El debate se ha generalizado,
pero aún no se conocen los detalles de la nueva ocurrencia ministerial. Sin
embargo, es claro que Historia es considerada una disciplina “prescindible”
para la etapa de maduración de los estudiantes medios, y que basta con lo que
se enseña en los cursos inferiores, de 1° básico a 2° medio. Algunas
consideraciones al respecto:
1) El hombre es un ser histórico
y su identidad es histórica: se forma en el tiempo y a través de la conciencia
de lo que es, de lo que ha sido y de cuál es su origen. Lo mismo vale para las
sociedades. ¿Cómo una sociedad va a constituir su propia identidad y
pertenencia si no se ubica en el tiempo y en el espacio, es decir si no conoce
su lugar en la historia y en el mundo?
2) En sociedades como la chilena,
donde –a diferencia de sociedades milenarias como las europeas y las
orientales- la tradición –es decir, la “trasmisión” de lo que se ha heredado-
es más precaria y la conciencia histórica más débil, el estudio de la historia
refuerza la propia identidad y la propia inserción en el mundo. Especialmente
en la época de la llamada “globalización”, con la intercomunicación frenética
de todo y de todos, la conciencia histórica permite asentarse más firmemente en
lo que se es, para moverse más libremente por un universo tan amplio.
3) En concreto, la enseñanza
media en Chile viene sufriendo sucesivas reducciones en cuanto a contenidos
desde hace más de 30 años. Hasta los años 1960, los estudiantes medios en Chile
aprendían –mal o bien- historia y educación cívica, filosofía, inglés, francés,
literatura y gramática (“Castellano”), además de matemáticas, física, biología,
etc. Nadie sufría estrés por sobreexigencias, y la jornada escolar no había
sido “ampliada”. Seguramente esa enseñanza tenía muchas deficiencias, pero
proporcionaba la base de la formación de lo que se llamaba una persona
“educada”. Sin duda la enseñanza llega hoy día a un universo más amplio, pero
reducida a lo elemental. Los resultados se han visto en diversas mediciones:
los alumnos no saben historia ni matemáticas, apenas dominan su propio idioma,
etc.
4) La enseñanza de la historia ha
estado siempre bajo la crítica de ser un aprendizaje memorístico de fechas y
acontecimientos. Evidentemente ello proviene de la concepción de la historia
del siglo XIX, tan influyente en las universidades chilenas hasta mediados del
XX. Seguramente proviene también de una preparación de los docentes medios no
siempre óptima; pero también de las condiciones de ejercicio de la profesión:
con sobrecarga horaria, pero con poco tiempo para tratar adecuadamente los
contenidos de un curso; retenidos por exigencias burocráticas, ¿qué pueden
hacer los profesores sino pasar “esquemas” de fechas y acontecimientos, sin
profundización apropiada? Dicho lo anterior, se tiende a subvalorar el papel de
la memoria: el conocimiento de los acontecimientos y de su inserción diacrónica
(en el tiempo) es necesario para la comprensión del pasado.
5) La enseñanza de la historia en
la educación básica y en los dos primeros cursos medios es absolutamente
elemental y fragmentaria. En 3° y 4° medio el alumno ha madurado, en muchos
casos se aproxima a la universidad y tiene entonces mayores habilidades para la
comprensión de la historia. Sin embargo, se le priva de estudiar historia
justamente en el período de su formación en que ese estudio sería más
provechoso. Los cursos “optativos”, en el mejor de los casos, tendrán un
carácter monográfico; es decir, proporcionarán un conocimiento fragmentario y
descontextualizado. Aun si funcionan adecuadamente, habrá siempre una alta
proporción del estudiantado que nada o poco sabrá de historia.
6) No se ve cómo una vaga
“educación ciudadana” puede suplir a la historia, aunque –paradójicamente- vaya
a estar a cargo de profesores de historia, que no necesariamente tendrán
preparación en esa disciplina –si es que se puede concebir como “disciplina”.
Una “educación ciudadana”, descontextualizada históricamente, estará destinada
(muy probablemente) a ser un adoctrinamiento “políticamente correcto” y no va a
influir positivamente en alumnos desprovistos de conciencia histórica.
7) Es saludable que Filosofía
ocupe de nuevo un lugar en el curriculum escolar; ciertamente, la reflexión
filosófica es solidaria del conocimiento histórico. Sin embargo, en las
actuales condiciones será un conocimiento abstracto, para estudiantes que
pueden ser tanto chilenos como búlgaros o birmanos. Se renuncia a educar a una
juventud que es, en primer lugar y con toda la globalización que se quiera, la
juventud de este país. Es imposible evitar la impresión de que lo que se quiere
con la actual reforma del curriculum es la capacitación de consumidores
globales y no la formación de ciudadanos chilenos.
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