EXTRAÑAS VISITAS
Si alguien hubiera requerido confirmación acerca de la decadencia en que se han hundido los disjecta membra del antiguo nacionalismo chileno, hubiera bastado con que diese una mirada a una de sus últimas creaciones en la red. Nos referimos a un blogger que invoca el nombre del (¿extinto?) Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista*, y que en su más reciente edición publica una columna digna de una antología del ramo. "Visitas nacionalistas a Santiago de Chile" se titula la misma, y nos enseña que ilustres dirigentes políticos nacionalistas han visitado Chile, sí; tal como nacionalistas criollos han estado de visita en el extranjero: no se vaya a creer que estamos tratando con provincianos ignorantes del mundo.
Entre los ilustres huéspedes figuran nada menos que Juan Pablo II -elevado, como se ve, y sin que se sepa bien porqué, a la condición de líder político nacionalista-, Franz Joseph Strauss, el un tiempo célebre jefe de la CDU -la democracia cristiana bávara, esto es, lo más granado de la derecha teutónica- y el entonces (1980) presidente de Brasil, y antes jefe de los servicios de inteligencia del mismo país, Joao Figueiredo. Si bien se mira, estos visitantes, y otros de menor alcurnia, se concentraron por acá entre los años 1970 y 1980, es decir, los Años Dorados para estos nacionalistas, y se comprende. Apenas era necesario que se nos dijera que F.J. Strauss vino porque admiraba a Augusto Pinochet. Otros fueron de variopinta significación, pero en general representaban a la extrema derecha más obtusa, prosionista y pronorteamericana, fascinada con Pinochet así como los nacionalistas criollos estaban fascinados con ella.
La columna no está exenta de humorismo, por cierto involuntario. De Blas Piñar, representante de un franquismo ya en descomposición y volatilización por los años 80, nos informa que "se (sic) quedó conforme con el nacionalismo chileno" -lo que, si es así, demuestra la inteligencia del personaje. Nos cuenta que, a través de F.J. Strauss, los dirigentes "nacional-sindicalistas" quisieron captar el apoyo financiero de la Hanns Seidel-Stiftung; reuniones hubo al efecto, pero "nunca más se tuvo noticias de la Fundación". Es comprensible que los buenos bávaros hayan preferido transferir su generosidad a la UDI, como se sugiere allí mismo.
Mas no es por pura malicia que nos hemos detenido en esta columna -y hay más, el lector no puede perdérsela-; algo de lo que refiere nos atañe. Entre tanto turista de la época, se distingue Stefano della Chiaie (SDC), del que se dice un tanto vagamente "vino dos veces a Chile a desarrollar actividades en el ámbito de la seguridad". Hoy es público y notorio que SDC, prófugo de la justicia italiana por razones que sólo a él competen, perteneció aquí a la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) -y esto ya no compete sólo a él. SDC, relata el columnista, "encontró resistencias en Erwin Robertson y en Ramón Callís Arrigorriaga". No dice resistencias a qué, pero es sabido que se trataba de una labor de inteligencia política: acarrear y unificar a los nacionalistas dispersos y algo díscolos -y a los que, como yo, nos habíamos distanciado de ese "ambiente"- en favor del régimen militar. De Ramón Callís no puedo decir nada, pero mi personal "resistencia" me valió que SDC me colocara en primer lugar -se agradece el honor- en una lista de "eliminables". Así, por lo menos, asegura Manuel Salazar, en Contreras. Historia de un intocable (1995). Al parecer, el general Contreras desestimó el oficioso plan y a él debo el estar aún con vida.
Más allá de la anécdota, la columna refleja la pintoresca pequeña historia del nacionalismo chileno en las últimas décadas. Sin decir nada de la falta de información y del tono naif -de nuevo, involuntario- de la columna misma. Por vergüenza ajena, sería recomendable que la "bajasen".-
Puse un comentario a la columna, pero con esta fecha aún no se publicaba.