domingo, 4 de marzo de 2007

De una guerra santa a otra

DE UNA GUERRA SANTA A OTRA

Erwin Robertson


Este texto fue enviado en octubre de 2001 al suplemento “Artes y Letras” de El Mercurio, como parte de un intercambio polémico con Pablo Ruíz-Tagle, a partir de sus juicios sobre el nacismo chileno y el nacional-socialismo alemán (cf. mi artículo del 30 de septiembre,”Del nazismo y otras cosas”). Por alguna razón, El Mercurio decidió dejar al futuro candidato a Contralor General de la República con la última palabra, y mi texto no fue publicado. Mas, si el lector confronta las piezas de este intercambio, podrá juzgar la pertinencia de los argumentos de una y otra parte (N. del A.).

Enfrentada al mundo de las ideas, la hermenéutica debe proceder con especial delicadeza; con más “espíritu de fineza” que “espíritu de geometría”. No reducir la diversidad de los fenómenos a la unidad simple; menos aún “denunciar”, sino procurar comprender el fenómeno en sí mismo –independientemente de que nos guste o no. Por cierto, los argumentos ad hominem no ayudan demasiado a la comprensión. Mucho de esto –es decir, de una hermenéutica inapropiada- ha podido verse de parte de Pablo Ruíz-Tagle en la polémica sostenida en estas páginas. En lo que sigue, dejaré de lado la cuestión de las actuales perspectivas del nazismo en Chile –promisorias, según Ruíz-Tagle-, limitándome a observar que los síntomas que advierte no son del todo congruentes con su pronóstico. De mayor interés para los lectores me parece, en cambio, el tema del Movimiento Nacional Socialista (MNS) que existió en nuestro país en los años 30 y que se llamó a sí mismo nacista.

Un nacional-socialismo muy particular

Ha sido un lugar común considerar al MNS como un mero reflejo del NSDAP (el partido nazi alemán); parecería obvio, a juzgar por el nombre, pero el problema no es tan simple. En el último tiempo, la cuestión ha enfrentado polémicamente a dos personalidades que estuvieron ligadas a este movimiento, los dos escritores y ex embajadores: Enrique Zorrilla y Miguel Serrano. El primero subraya el carácter “criollo” y más bien latinoamericano de nuestro nacismo; al segundo complace destacar la identidad del MNS con el modelo alemán. Miguel Serrano ha aducido en particular un testimonio de Carlos Keller, el segundo hombre del MNS, según el cual la idea de la fundación del movimiento habría provenido de chileno-alemanes fieles a ese modelo. Como haya sido, no obstante, lo que cuenta a la larga es lo que el MNS llegó a ser, en su pensamiento –expresado en sus textos- y en su práxis política. Así, historiadores más comprensivos, como Mario Góngora y Gonzalo Vial, han situado al nacismo en el contexto de su generación, señalando los rasgos comunes que tiene con la juventud católica y el socialismo de la época (Góngora, “Libertad política y concepto económico de gobierno hacia 1915-1935”, en Historia N° 20, 1985; Vial, “El pensamiento social de Jaime Eyzaguirre”, en Dimensión Histórica de Chile N° 3, 1986). Es claro que en el MNS se advierten influencias del nacional-socialismo alemán y, genéricamente, del fascismo –después de todo, esto es normal tratándose de ideologías mundiales, tal como hemos convenido con Ruíz-Tagle. Mas, como ha señalado Rodrigo Alliende, sobrino del Jefe Jorge González von Marées, éste no había leído el Mein Kampf y en cambio estaba muy marcado por Oswald Spengler. Carlos Keller, por su parte, parece haber conocido en Alemania al autor de la Decadencia de Occidente; en la revista doctrinal Acción Chilena cita a numerosos autores alemanes, no sólo nacional-socialistas, sino también representantes de la corriente denominada “Revolución Conservadora” (corriente que en parte fue absorbida por el nacional-socialismo triunfante y en parte rechazada; algunos de sus miembros estuvieron contra Hitler, aun en el atentado de 1944).
En particular -ya se ha señalado-, algunos aspectos conspicuos del nacional-socialismo alemán, como la teoría racista, estuvieron ausentes en el MNS; es absurdo pretender ahora hacer de éste un movimiento racista… indigenista. A la vez, se encuentran en él otros rasgos: p. ej., una visión de la historia patria derivada de la de Edwards y Encina –lo que, desde luego, no hace de éstos ni “nazis” ni “nacistas”-, una reivindicación del pueblo que lo acerca a la izquierda o la crítica a la llamada en la época “oligarquía” (la clase político-agraria-comercial dominante). González recordaría como el principal logro de su vida parlamentaria (1937-45) el haber contribuído a establecer el primer impuesto especial a las compañías extractoras del cobre chileno. Hacia 1938 se advierte en el MNS –expecialmente en González- una radicalización en sentido izquierdista; por cierto, no explica nada compararlo con Gregor (no Georg) Strasser y los “nazis de izquierda”. Esta evolución izquierdizante culmina con la transformación del MNS en Vanguardia Popular Socialista (VPS) y la colaboración fugaz con el gobierno del Frente Popular, después de la sangrienta represión que habían sufrido los nacistas en el Seguro Obrero (1938). Finalmente, en 1941 la VPS se extingue para dar vida a la Unión Nacionalista, dirigida por Juan Gómez Millas, posterior rector de la Universidad de Chile y ministro de Estado. La identidad nacista se diluye así en un nacionalismo más genérico. Sin embargo, algunos nacistas se dispersaron por diversos partidos políticos -¡claro que no hay que ver en ello un maquiavélico intento de “infiltración”! Vale la pena señalar que en el primer gabinete de Salvador Allende figuró como ministro el antiguo nacista Oscar Jiménez Pinochet, uno de los organizadores del abortado “putsch” del Seguro Obrero.

Sacando lecciones del pasado

Jorge González, Gómez Millas y muchas otras personalidades –entre ellas, Ernesto Barros Jarpa, ministro de Relaciones Exteriores- se encontraron después en la defensa de la neutralidad de Chile, en contra de las presiones de EE.UU. para arrastrarlo a la 2ª. guerra mundial o, por lo menos, a la ruptura con Alemania –estamos de acuerdo en que esto no hace de ellos “agentes nazis”. Todos esos chilenos pensaban que era de interés de Chile no seguir incondicionalmente a EE.UU. Sería natural que hubiesen actuado al mismo tiempo agentes del Estado alemán, obviamente en sentido favorable a su país, pero de éstos no me he ocupado. En todo caso, los agentes nazis pertenecen al pasado. Las influencias norteamericanas, en cambio, permanecieron. No nos hemos preguntado si se justificó realmente que entonces Chile fijara el precio de su cobre como una contribución a la causa de los Aliados. La disciplina con que América Latina siguió a EE.UU. en la coyuntura de la guerra mundial cobra actualidad cuando la potencia del norte predica una nueva “cruzada”, contra el más reciente avatar del Mal en este mundo. Pues, desgraciadamente, se ha visto más de una vez que el Bien que EE.UU. pretende encarnar coincide demasiado con sus propios intereses políticos y económicos. En una situación tal, Ruíz-Tagle, que se asigna a sí mismo la misión de denunciar el Mal en la engañosa variedad de sus manifestaciones, confunde los frentes y no contribuye a los análisis lúcidos que se requiere. Principal deber del hombre de pensamiento es la mantención del sentido de las distinciones y de su libertad de juicio. Ante la terrorífica movilización de poder militar, político y mediático a que asistimos, ello es lo poco que nos queda.§

DEL NAZISMO Y OTRAS COSAS



DEL NAZISMO Y OTRAS COSAS*

Erwin Robertson



QUE el nazismo tenga en Chile un futuro, es un aserto que sin duda sorprenderá a muchos lectores; más de alguno entre ellos, probablemente, ni siquiera se había enterado de que tuviese en nuestro país un presente o aun un pasado. Pero lo primero es lo que sostiene Pablo Ruíz-Tagle ("El futuro del nazismo chileno'', Artes y Letras, 16 de septiembre). Dada la explicable alarma del público, intentaremos en consecuencia por nuestra parte hacer un poco de claridad en lo que –creemos- sólo es una lamentable confusión.

Haciendo distinciones
Un observador prudente debería distinguir, para comenzar, entre una posición ideológica (el nazismo) y la admiración que en Chile, como en otras naciones, despertó la Alemania que desde fines del siglo XIX aparecía, pujante, a la cabeza de la cultura y del progreso material. No es casualidad que los profesores alemanes del Instituto Pedagógico y los instructores de igual nacionalidad en la Escuela Militar hayan llegado a nuestro país en la misma época. Tampoco sorprende que este filogermanismo cultural se haya desdoblado en filogermanismo político durante la II Guerra Mundial. Sin llegar a tanto, un respetable Presidente de la República, Juan Antonio Ríos, y su no menos respetable Canciller, Ernesto Barros Jarpa, defendieron todo lo posible la neutralidad chilena en ese conflicto; no por ser "agentes nazis", sino porque estimaron que al país convenía mantener los lazos tradicionales con Alemania. Me temo que en obras como las de Víctor Farías y María Soledad de la Cerda –con Ruíz-Tagle a la zaga- se descuide esta distinción.
Otra cosa es la repercusión de ideologías mundiales, entre las cuales la del nacional-socialismo y del fascismo se hizo sentir en Chile, como ya antes y en mayor grado, la del marxismo, del anarquismo y, por cierto, del liberalismo. Haciendo suya la lógica del racismo nazi, Ruíz-Tagle cuestiona que una ideología "aria" haya podido prender en un medio "sudaca". Mas no siempre las adaptaciones de una ideología mundial a realidades locales diversas han sido felices. Hegel consideraba que el liberalismo no podía arraigar bien en las naciones latinas y católicas; menos aún en las repúblicas sudamericanas, basadas –pensaba- en el solo poder militar. En cuanto a Marx, sin duda se hubiera sentido desconcertado de saber que los núcleos principales de sus seguidores iban a estar en dos naciones campesinas, muy alejadas en su momento del desarrollo industrial capitalista. Siendo así, se puede disculpar la cierta desmesura que puede haber habido en las adaptaciones latinoamericanas del fascismo y del nazismo.

¿Nazismo en Chile?
Algunas disquisiciones mías han provocado molestias estomacales a Ruíz-Tagle. Se refiere, creo (ya que cita, sin nombrarlo, parte de las conclusiones), a un viejo trabajo sobre "Las ideas nacional-socialistas en Chile, 1932-1938". En él se concluía que, pese al nombre (políticamente desafortunado, si se quiere), el Movimiento Nacional Socialista (nacista) que existió en nuestro país –y que fue ahogado en sangre en la "Torre del Seguro Obrero"- era independiente de su cuasi-homónimo alemán. En cierto sentido más afín ideológicamente al fascismo, en el nacismo chileno estaba conspicuamente ausente el tema del racismo; no que "su" racismo fuese "distinto del concepto «ario»", como afecta creer Ruíz-Tagle. Pues, entre otras singularidades del movimiento chileno, se encuentra el haber buscado su lugar entre las izquierdas y contribuído al triunfo del Frente Popular en 1938. Caso único sin duda para un movimiento pretendidamente "fascista".
Si el más serio movimiento "fascista" –ya que no "nazi"- en Chile terminó en 1938 y si sus supuestos o declarados actuales sucesores no tienen, reconocidamente, excesiva gravitación política; si, por otra parte, el Tercer Reich desapareció en 1945 y con él, obviamente, sus agentes; si, en fin, el antiguo filogermanismo ha sido reemplazado por un moderno filonorteamericanismo de bastante menor vuelo cultural pero más comprometedor políticamente; si es así, ¿qué futuro queda para el nazismo en Chile? Ah, nos dice Ruíz-Tagle, es que de lo que se trata es de las perversas enseñanzas de historiadores como Francisco Antonio Encina o Alberto Edwards; de la segregación urbana, del casco puntiagudo de la Escuela Militar, del engreimiento frente a países vecinos, de la pauperización de la clase media y del sistema electoral vigente. Pues, sí, todo esto es el caldo de cultivo del nazismo chileno y le augura, por tanto, larga vida.
Ruíz-Tagle bromea. Admitamos que se pueda llamar "nazismo" a aquello que nos disgusta. Admitamos aun que se pueda llamar así a lo que hay de disgustante en la sociedad chilena. Mas, ¿qué queda entonces de ese movimiento cuya grandeza interna, según Heidegger, consistía en el encuentro entre la técnica planetariamente determinada y el hombre moderno? ¿O que, según Nolte, constituía uno de los dos bandos –el otro era el bolchevismo- en la guerra civil europea y mundial de 1917 a 1945? Y si las más recientes manifestaciones de la Maldad sistemática –por muy fragmentarias, incompletas o "a la chilena" que se pretenda sean- no pasan del esnobismo urbano o del mecanismo electoral que contribuye a los equilibrios políticos vigentes desde 1990, ¿no nos encontramos, después de un título que se quiere estremecedor, con el tradicional parto de los montes?
Si Ruíz-Tagle quería contribuir a la crítica de la sociedad chilena, denunciando sus males, tenía mucho que decir. Elegir entre estos males a un presunto "nazismo" es hoy un recurso harto cómodo, tanto más cuanto esta denuncia no responde a ningún peligro real y quien la esgrime no se expone a ninguna represalia, ni siquiera a una réplica más o menos fuerte. Así lo reconoce implícitamente nuestro autor, cuando decide dejar de lado los interminables listados de nazis de Farías y de De la Cerda y quedarse con el testimonio de la señora Klein; la que, sin embargo –admite con algo de desasosiego- no advirtió ningún rastro de nazismo en Chile.
Podría Ruíz-Tagle desarrollar polémicamente algunos temas insinuados en su artículo; por ejemplo, los de la exclusión ideológica o de la pauperización de la clase media -como efecto de la globalización. ¿Y por qué no –mejor aún- polemizar sobre el conformismo que sume a los ciudadanos en la plácida contemplación del propio ombligo mientras su conciencia es mediáticamente determinada? Ése es un riesgo que vale la pena correr.§


* Este artículo fue publicado en El Mercurio de Santiago del 30 de septiembre de 2001, suplemento “Artes y Letras”, pág. E 15. El editor del suplemento puso los epígrafes “Ideología. Respuesta a un artículo” y “El director de la revista Ciudad de los Césares cuestiona algunos de los asertos de Pablo Ruíz-Tagle en torno al nazismo en Chile”. Los subtítulos son también del diario (N. del A.).