DE UNA GUERRA SANTA A OTRA
Erwin Robertson
Erwin Robertson
Este texto fue enviado en octubre de 2001 al suplemento “Artes y Letras” de El Mercurio, como parte de un intercambio polémico con Pablo Ruíz-Tagle, a partir de sus juicios sobre el nacismo chileno y el nacional-socialismo alemán (cf. mi artículo del 30 de septiembre,”Del nazismo y otras cosas”). Por alguna razón, El Mercurio decidió dejar al futuro candidato a Contralor General de la República con la última palabra, y mi texto no fue publicado. Mas, si el lector confronta las piezas de este intercambio, podrá juzgar la pertinencia de los argumentos de una y otra parte (N. del A.).
Enfrentada al mundo de las ideas, la hermenéutica debe proceder con especial delicadeza; con más “espíritu de fineza” que “espíritu de geometría”. No reducir la diversidad de los fenómenos a la unidad simple; menos aún “denunciar”, sino procurar comprender el fenómeno en sí mismo –independientemente de que nos guste o no. Por cierto, los argumentos ad hominem no ayudan demasiado a la comprensión. Mucho de esto –es decir, de una hermenéutica inapropiada- ha podido verse de parte de Pablo Ruíz-Tagle en la polémica sostenida en estas páginas. En lo que sigue, dejaré de lado la cuestión de las actuales perspectivas del nazismo en Chile –promisorias, según Ruíz-Tagle-, limitándome a observar que los síntomas que advierte no son del todo congruentes con su pronóstico. De mayor interés para los lectores me parece, en cambio, el tema del Movimiento Nacional Socialista (MNS) que existió en nuestro país en los años 30 y que se llamó a sí mismo nacista.
Un nacional-socialismo muy particular
Ha sido un lugar común considerar al MNS como un mero reflejo del NSDAP (el partido nazi alemán); parecería obvio, a juzgar por el nombre, pero el problema no es tan simple. En el último tiempo, la cuestión ha enfrentado polémicamente a dos personalidades que estuvieron ligadas a este movimiento, los dos escritores y ex embajadores: Enrique Zorrilla y Miguel Serrano. El primero subraya el carácter “criollo” y más bien latinoamericano de nuestro nacismo; al segundo complace destacar la identidad del MNS con el modelo alemán. Miguel Serrano ha aducido en particular un testimonio de Carlos Keller, el segundo hombre del MNS, según el cual la idea de la fundación del movimiento habría provenido de chileno-alemanes fieles a ese modelo. Como haya sido, no obstante, lo que cuenta a la larga es lo que el MNS llegó a ser, en su pensamiento –expresado en sus textos- y en su práxis política. Así, historiadores más comprensivos, como Mario Góngora y Gonzalo Vial, han situado al nacismo en el contexto de su generación, señalando los rasgos comunes que tiene con la juventud católica y el socialismo de la época (Góngora, “Libertad política y concepto económico de gobierno hacia 1915-1935”, en Historia N° 20, 1985; Vial, “El pensamiento social de Jaime Eyzaguirre”, en Dimensión Histórica de Chile N° 3, 1986). Es claro que en el MNS se advierten influencias del nacional-socialismo alemán y, genéricamente, del fascismo –después de todo, esto es normal tratándose de ideologías mundiales, tal como hemos convenido con Ruíz-Tagle. Mas, como ha señalado Rodrigo Alliende, sobrino del Jefe Jorge González von Marées, éste no había leído el Mein Kampf y en cambio estaba muy marcado por Oswald Spengler. Carlos Keller, por su parte, parece haber conocido en Alemania al autor de la Decadencia de Occidente; en la revista doctrinal Acción Chilena cita a numerosos autores alemanes, no sólo nacional-socialistas, sino también representantes de la corriente denominada “Revolución Conservadora” (corriente que en parte fue absorbida por el nacional-socialismo triunfante y en parte rechazada; algunos de sus miembros estuvieron contra Hitler, aun en el atentado de 1944).
En particular -ya se ha señalado-, algunos aspectos conspicuos del nacional-socialismo alemán, como la teoría racista, estuvieron ausentes en el MNS; es absurdo pretender ahora hacer de éste un movimiento racista… indigenista. A la vez, se encuentran en él otros rasgos: p. ej., una visión de la historia patria derivada de la de Edwards y Encina –lo que, desde luego, no hace de éstos ni “nazis” ni “nacistas”-, una reivindicación del pueblo que lo acerca a la izquierda o la crítica a la llamada en la época “oligarquía” (la clase político-agraria-comercial dominante). González recordaría como el principal logro de su vida parlamentaria (1937-45) el haber contribuído a establecer el primer impuesto especial a las compañías extractoras del cobre chileno. Hacia 1938 se advierte en el MNS –expecialmente en González- una radicalización en sentido izquierdista; por cierto, no explica nada compararlo con Gregor (no Georg) Strasser y los “nazis de izquierda”. Esta evolución izquierdizante culmina con la transformación del MNS en Vanguardia Popular Socialista (VPS) y la colaboración fugaz con el gobierno del Frente Popular, después de la sangrienta represión que habían sufrido los nacistas en el Seguro Obrero (1938). Finalmente, en 1941 la VPS se extingue para dar vida a la Unión Nacionalista, dirigida por Juan Gómez Millas, posterior rector de la Universidad de Chile y ministro de Estado. La identidad nacista se diluye así en un nacionalismo más genérico. Sin embargo, algunos nacistas se dispersaron por diversos partidos políticos -¡claro que no hay que ver en ello un maquiavélico intento de “infiltración”! Vale la pena señalar que en el primer gabinete de Salvador Allende figuró como ministro el antiguo nacista Oscar Jiménez Pinochet, uno de los organizadores del abortado “putsch” del Seguro Obrero.
Sacando lecciones del pasado
Jorge González, Gómez Millas y muchas otras personalidades –entre ellas, Ernesto Barros Jarpa, ministro de Relaciones Exteriores- se encontraron después en la defensa de la neutralidad de Chile, en contra de las presiones de EE.UU. para arrastrarlo a la 2ª. guerra mundial o, por lo menos, a la ruptura con Alemania –estamos de acuerdo en que esto no hace de ellos “agentes nazis”. Todos esos chilenos pensaban que era de interés de Chile no seguir incondicionalmente a EE.UU. Sería natural que hubiesen actuado al mismo tiempo agentes del Estado alemán, obviamente en sentido favorable a su país, pero de éstos no me he ocupado. En todo caso, los agentes nazis pertenecen al pasado. Las influencias norteamericanas, en cambio, permanecieron. No nos hemos preguntado si se justificó realmente que entonces Chile fijara el precio de su cobre como una contribución a la causa de los Aliados. La disciplina con que América Latina siguió a EE.UU. en la coyuntura de la guerra mundial cobra actualidad cuando la potencia del norte predica una nueva “cruzada”, contra el más reciente avatar del Mal en este mundo. Pues, desgraciadamente, se ha visto más de una vez que el Bien que EE.UU. pretende encarnar coincide demasiado con sus propios intereses políticos y económicos. En una situación tal, Ruíz-Tagle, que se asigna a sí mismo la misión de denunciar el Mal en la engañosa variedad de sus manifestaciones, confunde los frentes y no contribuye a los análisis lúcidos que se requiere. Principal deber del hombre de pensamiento es la mantención del sentido de las distinciones y de su libertad de juicio. Ante la terrorífica movilización de poder militar, político y mediático a que asistimos, ello es lo poco que nos queda.§
Estimado Sr. Robertson.
ResponderEliminarMe gustaría saber algo mas sobre sus ideas. Existen publicaciones suyas?
mi correo es el siguiente:
astebeck [arroba] gmail . com
Señor Robertson.
ResponderEliminarEs útil señalar que muchas de las confuciones derivadas de un antinazismo como manifestación mediática es reflejo de las conductas observables en grupos urbanos que adoptan nombre, insignias y sonsignas del viejo nazismo alemán para ejercer violencia en la calles, violencia que por cierto, está desprovista de todo influjo de pensamiento.
Tal vez esto justifica que ciertos analistas, no se den el trabajo de ir más a fondo.
Atte. Macarena Gonzñakez Franzani
Estimado Erwin:
ResponderEliminarPara mí ha sido de una alegría triste dar con tu blog en las mismas circunstancias en que don Miguel galopó hacia los luceros.
Espero que sigamos en contacto.
Brazo en alto,
Aníbal
Volver a leer un texto de usted profesor Erwin es todo un placer intelectual, me recuerda sus cátedras sobre Grecia, Roma, el cristianismo o el islam. Con relación a su texto es contundente en el sentido de quitar aquellos estereotipos creados por la propaganda sobre la ideología que sostuvo al MNS en Chile, creando una confusión imperdonable sobre el tema, quitandole la complejidad y el sentido realmente histórico que tuvo, para dejar un vacío total creando una caricatura de tema.
ResponderEliminarAtentamente a Usted
Roberto
Volver a leer un texto de usted profesor Erwin es todo un placer intelectual, me recuerda sus cátedras sobre Grecia, Roma, el cristianismo o el islam. Con relación a su texto es contundente en el sentido de quitar aquellos estereotipos creados por la propaganda sobre la ideología que sostuvo al MNS en Chile, creando una confusión imperdonable sobre el tema, quitandole la complejidad y el sentido realmente histórico que tuvo, para dejar un vacío total creando una caricatura de tema.
ResponderEliminarAtentamente a Usted
Roberto