ACERCA DEL NACIONALISMO
EN LA EPOCA
DE LA UNIDAD POPULAR.
LA REVISTA TACNA[1]
El soldado del Tacna |
S
|
E HA mostrado que la ideología política nacionalista
que se manifiesta con relativa fuerza en algunas tendencias, agrupaciones y
publicaciones de la época de la Unidad Popular en Chile (1970-1973) no es un
puro fruto del momento, sino que tiene, por el contrario, largas raíces, al
menos desde la década de 1930 y con seguridad donde antes[2].
Bien entendido, se trata de lo que
Patricio Quiroga llama "nacionalismo autoritario" (o "nacionalismo
extremo"), y Verónica Valdivia, "nacionalismo de Derecha” y que, por
su parte, Renato Cristi y Carlos Ruiz han confundido parcialmente en la
categoría de "pensamiento conservador". Mientras muchos de los estudios realizados
sobre la política chilena han tendido a considerar al nacionalismo como un
fenómeno marginal, por su escasa repercusión electoral y parlamentaria, los
autores citados destacan su importancia en términos de pensamiento político y
aun su influencia en determinados sectores políticos y sociales en el período
1970 - 1973. Quiroga, además, plantea su
autonomía teórica y política, descartando la utilización apresurada del
concepto "fascismo", piedra de tope de más de un estudio[3].
Quiroga y Valdivia se
refieren en particular a Tacna,
periódico de combate publicado entre los años mencionados. Por cierto, la
mirada de ambos autores es general y, por ello, prescinde en algunos casos de
diferencias de matiz entre las tendencias nacionalistas, o de la consideración
de circunstancias concretas, que pudieran ser importantes. Lo que sigue quiere
ahondar en la realidad singular de aquella publicación, aunque siempre en el marco del nacionalismo
chileno del siglo XX.
Antecedentes
Una ideología política que hacia 1970 se definiera como
nacionalista podía inspirarse en el ejemplo del Movimiento Nacional Socialista
(nacista), que no sólo tuvo
importancia política coyuntural hacia 1938, sino que dejó la obra ensayística
de su Jefe, Jorge González von Marées
y, sobre todo, de Carlos Keller -el recuerdo del asesinato de los jóvenes nacistas en un putsch fracasado ese año era, por lo demás, una ritualidad
compartida por todos los nacionalistas-; podía asimismo recoger las ideas
corporativistas o funcionalistas de Guillermo Izquierdo Araya, miembro del
Senado entre 1953 y 1961 y presidente del partido agrario-laborista, eje del
segundo gobierno de Carlos Ibáñez (1952-58). Más cercana estaba la actuación de
Jorge Prat, director de la revista Estanquero
(1946-54), ministro en el mismo gobierno de Ibáñez y candidato presidencial
en 1963. En todos estos predecesores se podía encontrar, en grado diverso, la
crítica al liberalismo político y económico y a las relaciones de subordinación
de Chile con Estados Unidos. La historia patria, además, era vista a través de
la obra historiográfica de Francisco A. Encina, Alberto Edwards y Jaime
Eyzaguirre, que coincidían en exaltar la figura del ministro Diego Portales
(m.1836), organizador del "Estado en forma" en Chile[4]. Todas estas tendencias no fueron enteramente homogéneas,
ni se puede decir que hubiera siempre continuidad directa entre ellas. Sin
embargo, constituyeron a modo de una tradición que podía ser invocada -y de
hecho lo fue- por quienes actuaran políticamente como nacionalistas en la época
indicada y aun con posterioridad.
Con todo, hacia mediados de la década de 1960 las tendencias
nacionalistas no mostraban una presencia política significativa. Guillermo Izquierdo se retiró de la política
en 1961, en medio de la rápida declinación y desintegración del agrario-laborismo[5]. Jorge Prat tuvo que renunciar a su candidatura presidencial en 1964, y si
bien a continuación contribuyó a dar vida al Partido Nacional (1966), parece
claro que éste fue más bien el continuador de la derecha histórica (los partidos Conservador y
Liberal le aportaron lo substancial de sus cuadros, de su fuerza
parlamentaria y de su clientela electoral), y difícilmente era una nueva fuerza
nacionalista. Prat se retiró del mismo en 1967[6].
Fue hacia fines de la década que
aparecieron nuevas agrupaciones y publicaciones que pueden afiliarse al
nacionalismo o a ciertas variantes del tradicionalismo y del pensamiento conservador. En 1969 veían la luz, en Valparaíso y Viña
del Mar respectivamente, las revistas Forja
y Tizona. Ambas emanaban de la joven
generación del Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista (MRNS), pero
mostraban las posibilidades diversas de la corriente de pensamiento por éste
representada. Tizona, fundada y dirigida por el profesor de metafísica de la
Universidad Católica de Valparaíso Juan Antonio Widow, agregaba una substancial
inquietud religiosa a algunos de los temas habituales del nacionalismo. Sin embargo, la nueva publicación no
declaraba explícitamente su afiliación a esta corriente de ideas; más aún, iba
a sostener en lo sucesivo que el nacionalismo no podía constituir una
definición política significativa[7]. Por
su parte, Forja era obra del equipo
integrado por el ensayista Renato Carmona y los profesores universitarios Eugenio Cáceres y Misael Galleguillos, los
mismos que en años anteriores habían publicado -también en Valparaíso- el
periódico Aspas, bajo la dirección de
Carmona. De partida la nueva publicación
declaraba la continuidad del nacionalismo, por cierto sin dejar de recoger lo
específicamente "nacional-sindicalista”. Eugenio Cáceres fue elegido Mando
Nacional del MRNS en julio de 1970, en reemplazo de Ramón Callís[8].
También en 1969 comenzaba a publicarse Portada, que representaba una empresa periodística de mayor
envergadura que las modestas publicaciones arriba citadas. Reunía a algunos antiguos colaboradores de
Jorge Prat, en primer lugar el abogado e historiador Gonzalo Vial. Portada
se profesaba nacionalista con cierta reserva, pero retomaba parte de la crítica
que ya en Estanquero se había formulado
al sistema político chileno.
Evidentemente era más "conservadora" en el arco de las
tendencias genericamente nacionalistas que por entonces afloraban[9].
Finalmente, en relación más
directa con lo que iba a ser la revista Tacna,
ese mismo año 1969 se constituyó un
pequeño grupo que se hizo denominar Ofensiva Nacionalista, luego Ofensiva
Nacionalista de Liberación (ONL). Integrado casi exclusivamente por estudiantes
universitarios, el grupo no llegó a adquirir relevancia política y sucumbió
arrastrado por la vorágine del golpismo y la conspiración en septiembre y
octubre de 1970. Como en otros sectores del nacionalismo chileno, buena parte
de su inspiración doctrinaria provenía del falangismo español; más también de
la propia tradición nacionalista, en especial del pensamiento de Prat y de
González von Marées[10].
Es significativo que todas estas tendencias aparecieran cuando comenzaba
a manifestarse una crisis política que tenía entre sus facetas la inquietud
militar; mas todas ellas antecedieron al acuartelamiento de un regimiento de la
guarnición de Santiago -el "Tacna"-, encabezado por el general
Roberto Viaux, en octubre de ese año, y denunciado como un intento de golpe de
estado. Las publicaciones y grupos
citados incorporaron a sus preocupaciones el tema militar y consideraron con
mayor o menor simpatía a Viaux, transformándose algunos de sus integrantes en
seguidores del general ya en retiro. Sin
embargo, la primera interpretación acabada y de conjunto de la insurgencia
militar provino, no del nacionalismo que puede denominarse "de
derecha", sino desde la izquierda[11]: fue la
conferencia sobre "Las Fuerzas Armadas como alternativa de poder”, dictada
poco después del tacnazo en la
Universidad de Chile por el profesor de la misma Pedro Godoy. Allí se contraponía el militarismo
progresista y antiimperialista, representado en esos momentos por los gobiernos
militares de Perú y de Bolivia, al "pretorianismo" que simplemente
defendía el orden existente; obviamente, en los deseos de Godoy las Fuerzas
Armadas chilenas debían elegir la primera de estas vías[12].
Finalmente, antiguos y nuevos nacionalistas, de derecha y de izquierda,
antiguos ibañistas y participantes en viejas aventuras conspirativas se
reunieron en tomo a Viaux. Expresión de este conglomerado fue un periódico de
combate cuya cambiante denominación ha desconcertado a los investigadores: en
sus tres números publicados entre mayo y julio de 1970 se llamó, sucesivamente,
Presencia, Octubre y Presencia de
Octubre[13]. Entre los pocos artículos firmados que
aparecieron en sus páginas figuró uno titulado "La Batalla del Perú",
precisamente de Pedro Godoy, quien comparaba el comienzo de la insurgencia
armada de la izquierda revolucionaria (el asalto a un supermercado de Santiago)
con el acuartelamiento del regimiento Tacna, entendidos como síntomas de la
praxis política de una juventud que oscilaba entre el modelo cubano y el modelo
militar peruano[14]. Muy
claramente, quienes así pensaban se situaban al margen de la contienda
electoral entablada ese año. El resultado de la misma, favorable a Salvador
Allende, y la consiguiente decisión de Viaux de encabezar un golpe en concierto
con sus pares de las Fuerzas Armadas -lo cual, quisiera o no, significaba
inclinarse hacia la derecha-, con su trágico desenlace, aventó todo este conglomerado[15].
"Tacna nace en una cárcel"
Presencia de Octubre es, en algún aspecto, el antecedente inmediato de Tacna, cuyo primer número apareció a comienzos de abril de 1971[16].
Lo es desde luego por la común apelación al acuartelamiento del
regimiento Tacna, erigido en símbolo, y, en general, a toda una simbología
militar, así como por la admiración sin reservas por el general Viaux, entonces
preso en un recinto carcelario de Santiago.
Desde luego, se encontraban en la nueva publicación algunos de los
colaboradores de la primera; es el caso de Mario Alfonso Tapia y de Erwin
Robertson, que se alternarían en la dirección de Tacna. Ambos habían tomado
parte en la aventura de septiembre-octubre de 1970, estuvieron en consecuencia
presos y fueron condenados en definitiva por el delito de conspirar para
derrocar al gobierno constituído[17].
Tapia había pasado por el MRNS y Robertson había sido uno de los
fundadores de ONL; los dos eran aún estudiantes[18].
Sergio Miranda Carrington |
Mas indudablemente el
animador de Tacna y quien
tomó la iniciativa de su fundación fue el abogado y profesor de derecho de la
Universidad Católica de Santiago, Sergio Miranda Carrington (n. 1927). Con una tesis de grado sobre el Ideario político de José Antonio Primo de
Rivera, antiguo pratista y muy joven funcionario del gobierno de Ibañez,
Miranda había aparecido fugazmente como secretario general del flamante Partido
Nacional en 1966; en el hecho, se mantuvo marginado de esta organización.
Tampoco se había acercado a Viaux hasta octubre de 1970, cuando llegó a ser
(por un tiempo) el defensor legal del general.
Hombre de cultura clásica (trabajó por muchos años en una historia de
Esparta y en un estudio sobre Homero, nunca publicados), era probablemente el
único estudioso chileno del poeta francés Robert Brasillach (fusilado en 1945
por colaboracionista); llamó la atención por la publicación de Recuerdos de la Guardia de Hierro
(Santiago, 1968), basados en los recuerdos efectivos de Nicolás Chirani,
militante de ese movimiento político rumano de entre guerras. La idealización romántica de la figura de su
jefe, Corneliu Codreanu, y lo que podemos llamar la estética de la pureza y del
sacrificio, seguramente contribuyeron a la formación de las nuevas generaciones
nacionalistas.
Tacna iba a
tener, pues, miras más amplias que su antecesora. Al parecer, la revista representó en cierto
modo un exitoso bluff político. Su nombre, el hecho de que en su portada figurase
la imagen de un soldado, reproducción de la estatua colocada por mucho tiempo
frente al regimiento del mismo nombre, los temas y el estilo de la publicación,
todo ello contribuyó a que hubiese quienes pensaron tal vez que tenía
vinculación directa con sectores del ejército. Quiroga ha podido escribir que
concurrieron a su fundación "oficiales partícipes del tacnazo", lo que no fue efectivo; obviamente los redactores de
la revista buscaban un público militar. Las proclamas entusiastas de la revista
("Que venga a nosotros quien crea sin reservas. Tenemos para cada uno un puesto en nuestras
filas"; "El Grupo Tacna ha
adquirido una organicidad que para el futuro próximo nos asegura
legiones"; "... ha proclamado su irrevocable decisión de lucha",
y otras del mismo tenor) explican seguramente que se la haya podido definir
como "agrupación ideológica paramilitar[19]. "Tacna nació en una cárcel",
declaraban con orgullo los redactores, lo que no era enteramente exacto, pero
contribuía a la imagen de lucha que querían cultivar[20]. También pudieron chancearse en alguna ocasión
con los significados posibles del nombre de la revista: Tacna era igualmente, en efecto, el nombre de una "provincia
perdida", devuelta al Perú en 1929, y así su invocación podía ser,
hipotéticamente, expresión de un "irredentismo" chileno; podía entenderse,
en fin, como sigla de "Tropas
de Acción Nacionalista"[21]. Pero ese irredentismo jamás existió en las
páginas de la revista, y las tales tropas nunca fueron sino una fantasía.
Hacia fines del período de la Unidad Popular los redactores de Tacna llegaron a la convicción de
que
era necesario organizar un movimiento político.
Tapia y Robertson presionaban a Miranda para que asumiera el liderazgo
del mismo, lo que pareció más urgente cuando,
a raíz de la fracasada sublevación de un regimiento blindado de la
capital (junio de 1973), Pablo Rodríguez y los altos dirigentes del Frente
Nacionalista Patria y Libertad (FNPL) se habían asilado en una embajada y los
nacionalistas en general se veían huérfanos de líderes[22]. Ese movimiento se hubiera llamado con toda
seguridad "Orden Nuevo", nombre que si bien era usado contemporáneamente
por organizaciones nacionalistas o neofascistas de Francia e Italia, tenía como
precedente más inmediato una experiencia en la misma América, de la que la
propia revista había informado[23]. El golpe militar de septiembre de ese
año disipó todos estos proyectos.
Tacna y el
nacionalismo
En cierto sentido, podía verse en Tacna
un lugar de encuentro entre diferentes tendencias del nacionalismo chileno.
Las figuras estimadas próceres solían ser entrevistadas en sus páginas: en
primer lugar, desde luego, el general Viaux; enseguida, Jorge Prat, en la que
resultó ser la última entrevista concedida por el antiguo líder nacionalista[24]. Fueron
entrevistados igualmente el general Alfredo Canales, llamado a retiro en
septiembre de 1972 y que se constituiría también en una suerte de referencia
para los nacionalistas, y el propio Sergio Miranda. La revista reivindicaba la
continuidad con el nacionalismo histórico en Chile, especialmente con el
Movimiento Nacional Socialista; pero a la
vez gustaba afirmar la propia originalidad[25]. Entendía
el nacionalismo como pensamiento y actitud vital; expresión de una fe colectiva
y de una voluntad de liberación nacional y de justicia social. Como forma de
organización creía en el movimiento -noción en la que mucho quedaba
imprecisado-, antes que en el partido[26].
La continuidad del nacionalismo incluía a los fascismos europeos: José
Antonio Primo de
Rivera, Benito Mussolini y Adolf Hitler figuraban entre los
autores de "doctrinas" que valía la pena conocer. La Falange y la
guerra civil española venían especialmente al caso, dadas las evidentes
analogías en el contexto de una lucha antimarxista[27]. Sin
embargo, tratándose del fascismo italiano, se subrayaba más su carácter
"socialista" que antimarxista[28]. No se
ocultaba a Tacna, con todo, que una
continuidad con las tendencias derrotadas en 1945 era problemática, e intentó
definir su propia "doctrina", que no siempre se definía como
"nacionalista"[29]. Pero,
más allá de los contenidos políticos, la revista hacía suyo el "estilo
fascista": la apelación a la juventud y al heroísmo, a la acción y el
sacrificio; al respecto, Miranda citaba una sentencia de Robert Brasillach:
"el fascismo es la poesía del siglo XX"[30]. Manifestaciones de la "cultura
fascista" eran los artículos publicados sobre poetas como Brasillach y
Ezra Pound, o sobre corrientes estéticas como el futurismo. En este contexto, no faltaban las referencias
actuales, como la crónica sobre el neofascismo italiano[31]. Desde este punto de vista, Tacna ha sido probablemente la más
"fascistizante" de las publicaciones nacionalistas chilenas, en el
sentido político y cultural del fascismo europeo[32]. Por el
contrario, poco había en ella del hispanismo propio de Estanquero y del MRNS[33].
Con todo, las relaciones con la principal organización nacionalista
militante de la época en Chile, el Frente Nacionalista Patria y Libertad, eran
equívocas. El Grupo Tacna saludaba "con respeto" a "los camaradas de
‘Patria y Libertad’", señalando que sólo podía haber entre ellos una única
rivalidad: "la vanguardia del sacrificio”[34]. Sin
embargo, en el hecho el jefe del FNPL, Pablo Rodríguez, no fue entrevistado por
Tacna. Para ésta contaba también
–probablemente entre otros factores- el carácter presuntamente derechista del
FNPL: la derecha, ante el descrédito de su liberalismo, había recurrido al
nacionalismo, observaba un comentario; mas este seudonacionalismo conservador
no era capaz de enfrentar al imperialismo, poner fin al estancamiento y a la
injusticia ni menos ofrecer a los chilenos una vida heroica[35]. Por su
parte, el periódico del FNPL, Patria y
Libertad, ignoraba a Tacna[36]. En
cambio, las relaciones del Grupo con otras organizaciones nacionalistas eran
mucho más cordiales[37].
Anticomunismo,
Estado Militar y comunidades básicas
Como es evidente, definía al Grupo en primer término la oposición al
gobierno de la Unidad Popular, en el cual veía la amenaza de una dictadura
comunista: "Tacna representa la
inquietud... de quienes han decidido serenamente el sacrificio integral de sus
vidas para detener y aniquilar al marxismo hoy triunfante en Chile",
proclamaba su primer número[38]. En esto podía recordar a Estanquero, de Prat, motivada por circunstancias parecidas (la
presencia de representantes comunistas en el gobierno) una generación atrás[39]. Se diferenciaba, en cambio, de Presencia de Octubre, que tan sólo un
año antes había enfocado sus fuegos contra el gobierno demócrata-cristiano y el
establishment, con algunas notas de
simpatía hacia la extrema izquierda; evidentemente, para muchos nacionalistas
la nueva coyuntura planteaba otras prioridades. La denuncia, indignada, mordaz
o burlona de diversas actuaciones de los funcionarios del gobierno de Salvador
Allende, o del mismo Presidente; los comentarios o llamados que advertían a su
público del rumbo que tomarían los acontecimientos -supuestamente hacia el
control total del poder por la revolución marxista-, ocupaban la mayor parte de
las páginas de Tacna[40]. Sin
embargo, no se suele encontrar en ella la virulencia en el ataque personal que
caracterizó a otras publicaciones de la época[41].
La crítica solía extenderse, además, a la oposición parlamentaria y a los
partidos políticos como tales. La oposición era "más
una suma de miedos y de egoísmos que una voluntad positiva y renovadora", decía Tacna; y explicaba la situación que se
vivía como la crisis final del sistema demo-liberal vigente desde 1891, cuando
el parlamentarismo plutocrático había derribado el Estado portaliano; el
marxismo en el Gobierno sólo había agudizado esta "crisis natural"[42]. Como
otras manifestaciones del nacionalismo, ésta era "extra-sistémica” y no
creía posible -quizás descartaba de buena gana- una salida legal o electoral a
la crisis política[43]. Apenas se disimulaba que la salida esperada
era la militar.
Cualquiera podía apreciarlo: la
revista era "militarista” y específicamente "viauxista". Las declaraciones de Roberto Viaux, las
cartas de adhesión fervorosa de que era destinatario, las noticias sobre su
situación procesal o las denuncias sobre los atropellos de que era víctima,
aparecen en forma recurrente.
Evidentemente, y no era necesario ser muy perspicaz para advertirlo, se
esperaba del general en prisión lo mismo que se había esperado de él en
libertad: que fuera el líder o el polo de un movimiento militar que en algún
momento habría de producirse. Viaux conservaba,
pues, el papel de un caudillo, al estilo de lo que Ibáñez había representado
por tanto tiempo. Eso no excluía miras
más amplias: en septiembre de 1971, con un titular "Reportaje al Ruido de
Sables", se recordaba la agitación protagonizada por mayores y capitanes
del ejército dos años atrás (con anterioridad al tacnazo), comparándola explícitamente con el movimiento de la
oficialidad joven que en 1924 había derribado el régimen parlamentario[44].
A partir del Nº 11 (abril de 1972),
el énfasis cambia claramente. "Estado Militar" proclama con
grandes letras un titular. El editorial
respectivo señala que las Fuerzas Armadas no podían limitarse a derrocar a un
gobierno "como cirujano que opera y [se] va"; sino que, por su
condición de pueblo en armas y en un nuevo ordenamiento jurídico, debían tomar
la conducción "política, económica y cultural" de la nación chilena.
Deberían "quedarse" en el gobierno, indefinidamente, y a los civiles,
adecuadamente organizados, sólo tocaría colaborar[45]. Por lo tanto, más que la acción de un
caudillo, se esperaba ahora la intervención orgánica e institucional de las
Fuerzas Armadas. A propósito de la
constitución (en noviembre de 1972) de un gabinete con representantes de estas
fuerzas, entre ellos el Comandante en Jefe del Ejército, el general Carlos
Prats, se decía: "No era lo que propiciamos... Con todo, ha quedado
demostrado que el modelo clásico, liberal, sobre las FF.AA. ya no tiene más
vigencia (...). Institucionalizar su participación [en la actividad nacional],
de modo que no dependan de partidos políticos, es lo que ha propuesto Tacna"[46]. Y cuando en junio de 1973 se alzó el
regimiento blindado de Santiago, Tacna,
proclamando: "¡Honor a los Blindados, que han sido la alborada del Orden
Nuevo!", advertía a la vez: "las Fuerzas Armadas son una unidad
indestructible. Actuarán como
institución orgánica y jerarquizada o no lo harán”[47].
Sin duda la tesis del Estado Militar completaba el pronóstico de Jorge
Prat de que el vacío de poder por él percibido sería al cabo llenado o por el
Partido Comunista o por las Fuerzas Armadas[48].
Aparentemente Tacna temía la
eventualidad de un golpe "constitucionalista”, que se hubiera limitado a
derrocar a Allende para convocar a nuevas elecciones. Las Fuerzas Armadas desempeñaban en esta
concepción el papel que en otras desempeña el partido revolucionario que toma
el poder y moldea la sociedad a su imagen. Mas algunos de los redactores veían
en aquella tesis sólo una consigna movilizadora y provocadora, instrumental en
las circunstancias que se vivían, y no una concepción definitiva sobre la
organización del Estado[49]. De hecho, después de ese editorial de abril
de 1972 no se vuelve a tratar como tal el tema; en parte, porque la licitud de
un planteamiento tal se encontraba literalmente sub iudice: los redactores se encontraban procesados. Claro está
que siempre hay alusiones a él y, por supuesto, se sigue hablando de las
Fuerzas Armadas[50].
En cambio, a partir del "Paro Gremial" de octubre de 1972, que
constituyó la mayor expresión de resistencia social al gobierno de la Unidad Popular y pareció corroborar las
tesis nacionalistas y tradicionalistas sobre las "comunidades
básicas", se insiste más en esta nueva temática. Podía sostenerse que el
lugar de las organizaciones sociales estaba supuesto en la idea del Estado
Militar, ya que se hablaba de la
participación de los civiles, "adecuadamente organizados". Todas las
tendencias nacionalistas habían incluído, con mayor o menor desarrollo, la idea
de representación corporativa o la de estructuración del Estado sobre la base
de las "corporaciones". Pero la doctrina de las "comunidades
básicas" o sociedades intermedias era característica del corporativismo
católico y la había elaborado especialmente el MRNS; desde este punto de vista
se incluía en la noción de "comunidades básicas" tanto a las Fuerzas
Armadas como a los gremios, las universidades o la Iglesia[51]. No se
escapa a Tacna, por cierto, que los
planteamientos de los gremios en la coyuntura del momento eran más bien
limitados y, así, los llama a "superar su conciencia economicista para
proyectar su lucha al reemplazo de esta forma de Estado"; agregando:
"a todas las comunidades básicas, incluidas las FF.AA., incumbe una tarea
creadora en este sentido". Un gremialismo auténtico tenía que ser parte de
una solución global, lo que era precisamente el nacionalismo, se arguye
también. Había aquí, sin duda, tensiones no resueltas entre la idea de un
Estado conductor de la Nación y de la Revolución, y la otra según la cual el
Estado venía a ser intérprete o instrumento de los cuerpos sociales. Así,
hablar de un "nuevo Estado, de substancia militar y sindical", podía
representar una forma de compromiso[52].
La
revolución nacional y popular
Con todo, el anticomunismo y la apelación a la solución militar no
terminan de definir a Tacna. Aunque era razonable esperar que se tuviera
consideraciones por quienes podían ser aliados tácticos en esos momentos,
complacía al Grupo señalar sus distancias con la derecha. "...Tacna,
si bien está contra el comunismo, está también contra el capitalismo
internacional, que impide el desarrollo de nuestra patria. Si está contra los hombres de Moscú o de La
Habana, está también contra los viejos administradores del Chile dependiente y
mísero", se advertía[53]. Más
tempranamente aún, en el primer número de la revista, se relativizaba la
polaridad política del momento, ya fuera percibida por unos como
"democracia-marxismo", ya por otros como "construcción del
socialismo-reacción"; las opciones no eran tan claras ni precisas -se
decía -, y bajo banderas en sí respetables se quería pasar contrabando de la
peor especie. Seguramente muchos
sectores de la Unidad Popular hubieran estado de acuerdo con Tacna en que "la democracia liberal
ha sido la fachada ideológica y legal que, históricamente, en Hispanoamérica,
ha permitido la explotación y dominación imperialista y capitalista”. El
nacionalismo, precisamente, tenía que ser la única salida a ese dilema absurdo
en que se quería encerrar todo el futuro de Chile[54]. La lucha nacionalista actual se daba por la
superación radical del marxismo y del capitalismo y por un nuevo orden
internacional, se aseguraba en otra ocasión[55].
Concretamente, se precisaba
en su oportunidad, tenía que tratarse de una "revolución nacional y
popular", cuyos modelos se señalaban en el peronismo argentino, en los
contemporáneos gobiernos militares de izquierda de Velasco Alvarado en Perú y
de Juan José Torres en Bolivia, o en el nasserismo egipcio; se trataba en estos
casos de revoluciones ajenas a las importaciones ideológicas y que tenían en
común la búsqueda de la plena identidad nacional, la ruptura con formas caducas
y tutelas oprobiosas y la unión del pueblo respectivo en una gran tarea
colectiva. Es cierto que este nacionalismo "populista" distaba de
complacer igualmente a todos los lectores de Tacna[56].
El nacionalismo de una nación
podía implicar la oposición, aun la hostilidad, hacia otras naciones. No era
particularmente el caso de Tacna. Los
temas de la defensa y de la seguridad nacional desde el punto de vista chileno
no estaban ausentes, es verdad; en general la interpretación de los mismos no
podía distar mucho de la sensibilidad militar[57].
Empero, el historiador y especialista en cuestiones fronterizas Oscar
Espinosa, a cargo de una columna ("Del Chile de Ayer") que debía
rescatar anécdotas edificantes del pasado y que fue tomando un sesgo hostil a
los países vecinos, terminó por suspender sus colaboraciones. La revista se inclinaba más bien hacia la
unidad hispanoamericana: el nacionalismo continental era parte oficial de la
"doctrina de Tacna", pese a
las concesiones que debían hacerse a las realidades del momento[58]. Bajo esta luz se valoraban
experiencias hermanas. Cuando
Juan Domingo Perón volvió triunfalmente a Argentina, la revista lo saludó en un
extenso artículo en que se destacaban el antiimperialismo y las reformas sociales del justicialismo[59]. Y en el último número de la revista se
publicaba un reportaje a la "Revolución Peruana", muy favorable a la
misma[60]. No eran éstos planteamientos que se pueda
asimilar fácilmente a la llamada "doctrina de la Seguridad Nacional",
a un "irredentismo" cualquiera o a ideas semejantes[61].
Vale decir, Tacna volvía a aquellas concepciones que
habían animado al Movimiento Nacional Socialista en los años 30 y,
explícitamente, al nacionalismo de Izquierdo Araya y al de Prat en la década de
1950, o a ideas esbozadas más
recientemente: el nacionalismo como una afirmación de la autonomía nacional
frente a la hegemonía de Estados Unidos. Evidentemente, en la época anterior a
la Guerra Fría, el "imperialismo soviético" no era percibido como
problema; mas igualmente el Prat de Estanquero
pasó con rapidez, de tenerlo por el enemigo principal, a ponerlo por lo
menos en el mismo plano del imperialismo norteamericano, en forma próxima a la
"Tercera Posición" peronista. Al mismo tiempo, se concebía un
nacionalismo continental hispanoamericano.
También era una reivindicación fundamental la justicia social[62].
A Tacna, las circunstancias
políticas del presente –la ya dicha presencia marxista en el gobierno y la
adhesión aparente al bloque socialista-, que le habían llevado a tomar la
posición que tomó, no le hacían olvidar enteramente su identidad específica, ni
lo que el nacionalismo había sido hasta antes de los años 70.
Finalmente, la revista era
capaz de explicarse la relativamente alta votación que, contra numerosos
pronósticos, habían obtenido los partidos de gobierno en las elecciones de
marzo de 1973: dada la "oposición estomacal" de la coalición de
centro y derecha, frente a la cual la UP tenía por lo menos algo afirmativo que
decir; dadas las condiciones reales de la democracia, que poco podía importar a
quienes carecían o habían carecido de lo más esencial; dado todo esto -señalaba-,
no era de extrañar que "tantos compatriotas” hubiesen optado por la
coalición marxista. La unidad nacional, en suma, no podía ser una consigna
conservadora, a la defensiva, sino que debía provenir de la fe en una destino
común y constituir una consigna revolucionaria: "necesidad histórica de los chilenos"[63]. Tacna retrocedía ante la posibilidad de
un desgarramiento radical de la sociedad chilena, que contradecía los supuestos
del nacionalismo y haría muy difícil la "Revolución Nacional y Popular”[64].
Conclusión
El número 20 -y último- de Tacna
salió a circulación en los primeros días de septiembre de 1973, es decir en
vísperas del golpe de Estado y la instauración de un gobierno de las Fuerzas
Armadas. Paradójicamente, éste significó el fin de Tacna: en conformidad a las nuevas disposiciones sobre censura y
control de la prensa, la revista no fue autorizada a reanudar sus publicaciones[65]. El Grupo Tacna,
como tal, también llegó a su fin[66]. Con la notable excepción de Sergio Miranda,
que no encontraba sentido en continuar la empresa y de hecho se marginó de
ulteriores intentos políticos (al menos hasta la década de 1980), los
redactores decidieron adaptarse a las nuevas condiciones, cambiando el nombre y
algunas características de la revista.
Nacería así Orden Nuevo, cuyo
primer número se publicó en diciembre de 1973[67].
Las circunstancias parecían
favorables para las publicaciones nacionalistas. Orden
Nuevo, Tizona y Forja contaron ahora con nuevas formas
de ayuda -como avisos de servicios públicos- y pudieron mejorar su presentación
o engrosar sus páginas. Mas a la larga
todas ellas dejaron de publicarse, víctimas, entre otros factores, de la lucha
de tendencias al interior del gobierno militar y de sus contradicciones
propias. Orden Nuevo no pasó de su número 8, publicado en abril de 1975, y
sus antiguos redactores entonces se dispersaron, siguiendo diferentes rutas
políticas[68].
Tacna pues
nació como respuesta específica a la circunstancia política del momento -la
Unidad Popular, es decir, una coalición socialista-comunista en el gobierno-; y
a la vez constituyó la prolongación de toda una tradición de pensamiento
político nacionalista. En el arco de la
oposición "dura" a Allende, que antes o después legitimó la salida
extralegal a la crisis, los nacionalistas ocuparon un lugar conspicuo, por lo
menos por sus planteamientos doctrinarios, que parecían ofrecer una
interpretación de la situación más certera y una solución más realista que las
que se encontraban en los partidos liberales de centro y de derecha. Es probable que en este sentido los
nacionalistas tuvieran éxito en permear con algunas de sus ideas a las Fuerzas
Armadas y a algunos sectores políticos y sociales. Pero esto no debe llevar a olvidar que hasta
recientemente el tema de la lucha contra el marxismo había sido secundario
entre las motivaciones políticas del nacionalismo[69]. Tacna llamó la atención por la
provocativa tesis del Estado Militar; pero esta tesis, si bien pudo parecer muy
adecuada a la crisis que se vivía y demuestra que la revista no se limitaba a
reproducir viejos postulados, no era la única entre los planteamientos e
intereses del Grupo.
Pertenece a un clásico de la historia y del
pensamiento político la descripción de los efectos de una crisis revolucionaria en las sociedades. La radicalización política y la polarización
de los frentes, ha mostrado Tucídides[70], llevan a
tener como normales actitudes impensadas en otras circunstancias, con la
aceptación más o menos general de la violencia.
Los "terceros partidos" en una situación tal suelen quedar
dramáticamente fuera de lugar. Si el
nacionalismo había mantenido con la derecha liberal una relación de
"amor-odio", fue indudablemente la coyuntura política la que lo llevó
a alinearse junto con aquélla en la oposición común a la Unidad Popular; no
hubo espacio para un nacionalismo "ni izquierda ni derecha"[71]. Pero
tampoco en la coalición gobernante pudo desarrollarse un "nacionalismo de
izquierda”[72].
A la inversa, valores tradicionales en el
nacionalismo, asociados a la lucha y al heroísmo, cobraron en esa situación un sentido que difícilmente habían tenido en épocas más estables y apacibles. Es lógico por
otra parte, e inherente a la lucha política, que una tendencia que se concibe
como "extra-sistémica” y se sabe minoritaria, se plantee una estrategia
para la conquista del poder que no pase por la aceptación de las reglas del
juego político establecido. En síntesis,
si se trata del poder estatal, en este caso las alternativas oscilarán entre
ganar la simpatía de la fuerza militar, neutralizar esta fuerza o destruirla,
formando el propio aparato militar. Este problema es de la esencia del
leninismo. Por cierto, esto no quiere
decir que los nacionalistas -ni Tacna
en particular- se hayan formulado el problema con tal nitidez. En lo que a Tacna se refiere, no está probado tampoco que constituyera un grupo
"paramilitar" ni realizara acciones de "propaganda armada"
u otras similares[73]. Lo
substancial desde el punto de vista político radica, claro está, en que el
Grupo Tacna, con todos los
nacionalistas, llegó a pensar en que las Fuerzas Armadas podían ser el
instrumento de realización de la "revolución nacional".
La
apelación al "hombre de la espada" no era nueva en el nacionalismo,
por cierto. El poeta argentino Leopoldo Lugones, uno de los fundadores del
nacionalismo en su país, había proclamado llegada "la hora de la
espada" en 1924[74]. En Chile, el mismo año -es decir, en el
momento del colapso de la República parlamentaria-, Alberto Edwards había
declarado preferir un dictador de espada antes que uno de gorro frigio -uno u
otro en todo caso, a su juicio, inevitables. Repetía así, casi textualmente, la
opción del pensador contrarrevolucionario Donoso Cortés por la dictadura del
sable en vez de la del puñal, en la coyuntura de las revoluciones europeas de
1848[75].
Con variado sentido, ya como restauradores del orden, ya como
revolucionarios, han sido solicitados desde entonces los hombres de armas. En
la historia chilena no sería necesario comentar el papel -extralegal- de las Fuerzas Armadas en la implantación del régimen
presidencial en 1925, ni el de un Ibáñez a lo largo de más de treinta años[76]. En un contexto más amplio, no pocos
cientistas políticos se preguntaron, en los años 60 y 70 del siglo XX, por el
papel de las Fuerzas Armadas como agentes de cambio en los países
"emergentes". No tan diferente a esta última era la perspectiva del
propio comandante del ejército chileno bajo Allende, el general Prats[77]. No estaba dicho, pues, por lo menos
hasta los años 70, que una intervención de las Fuerzas Armadas tuviese
forzosamente un carácter "reaccionario" antes que
"populista" u otro diverso.
Mas es
claro también que ninguna de las agrupaciones nacionalistas estaba en situación
de influir en forma importante en las orientaciones del gobierno militar que
advino en 1973, menos aún controlar la aplicación de sus ideas. Los
nacionalistas podrían colaborar individualmente con el nuevo gobierno, no
juzgar la congruencia con la línea política por ellos sostenida hasta entonces[78]. Tacna
había representado, renovada y actualizada, toda una tradición de pensamiento político. Su desaparición como tal aquel año le evitó
la necesidad de pronunciarse sobre lo que ocurrió después. Si esa tradición encontró continuidad, o se
desvirtuó y perdió su identidad, es ya otro problema.
Publicada en Aportes. Revista de Historia Contemporánea, N° 55, tomo 2, 2004, Madrid, pp. 84-97.
[1] Versión revisada de la
ponencia presentada en las XIV Jornadas
de Historia de Chile (P. Universidad Católica de Chile y Academia Chilena
de la Historia), Santiago, 17-19 de octubre de 2001. El autor espera que no se
le acuse de imitar a César por citarse a sí mismo en tercera persona.
[2] Renato Cristi & Carlos Ruiz: El pensamiento conservador en Chile. Seis ensayos, Ed.
Universitaria, Santiago, 1992; Patricio Quiroga,
Dos casos de nacionalismo autoritario en
Chile, Universidad Arcis, Santiago, 1994; Verónica Valdivia, Camino al
Golpe: el nacionalismo chileno a la caza de las Fuerzas Armadas, Univ.
Católica Blas Cañas, Santiago, 1996 y Nacionalismo
e ibañismo, Univ. Católica Blas Cañas, Santiago, 1995. Cf. Erwin Robertson, Ideas nacionalistas chilenas. Desarrollo de una escuela política
1910-1966, Santiago, 1978 (inédita).
[3] Quiroga, p. 60 y 46. Cf. en sentido contrario Hernán Ramírez Necochea, “El fascismo en la evolución política de
Chile hasta 1970”, Araucaria 1, 1978,
Madrid.
[4] Las citadas en n. 2,
más Robertson, El nacismo chileno, Ed. Nuestramérica,
Santiago, 1986; Cristián Garay, El Partido Agrario-Laborista 1945-1958,
Ed. Andrés Bello, Santiago, 1990; Rodrigo Alliende,
El Jefe. La vida de Jorge González von
Marées, Ed. Los Castaños, Santiago, 1990; Enrique Zorrilla, La profecía
política de Vicente Huidobro, Ed. Nuestramérica, Santiago, 1996. Hacia 1970
circulaban aún los ensayos El Mal de
Chile(1940), de Jorge González, y Democracia
y corporativismo (1941), de Izquierdo, o la compilación de los discursos de
Jorge Prat en su campaña electoral,
Proceso a una democracia (1964). Carlos Keller, junto a Francisco A.
Encina, ha sido valorizado como uno de los fundadores de la literatura
sociológica nacional: Hernán Godoy Urzúa,
"El ensayo social", en Anales
de la Universidad de Chile, Nº 120, 1960, Santiago. Encina, Alberto Edwards
y Jaime Eyzaguirre han sido considerados representantes de la
"historiografía conservadora" (cf. Cristi
& Ruíz, op. cit.); pero el primero, a comienzos del siglo, defendía
un desarrollo industrial autónomo y formó parte de una generación renovadora de
la que fue expresión también el primer partido nacionalista: Godoy, “El pensamiento nacionalista en
Chile a comienzos del siglo XX”, Dilemas
9, dic. 1973 (Santiago) y ahora (en un contexto más amplio) Cristián Gazmuri, El Chile del Centenario. Los testimonios de la crisis, Santiago,
2001. En cuanto al MNS, he intentado mostrar (op.cit.) su originalidad respecto
a su cuasi-homónimo alemán; cf. Mario Góngora,
"Libertad política y concepto económico de gobierno hacia 1915-1935",
en Historia 20, 1985 Santiago;
Gonzalo Vial, "El pensamiento
social de Jaime Eyzaguirre", en Dimensión
Histórica de Chile 3, 1986, Santiago. Ciertamente, ni el hispanismo, ni el
catolicismo ni el "énfasis en las jerarquías sociales" dan cuenta
cabal de todas estas tendencias (contra Valdivia,
Camino al Golpe, p 5, n.2).
[5] Pedro Banoviez y Robertson,
”Entrevista a Guillermo Izquierdo Araya", en Dimensión Histórica de Chile 1, 1984, Santiago.
[6] Sobre Prat, discrepo de Cristi & Ruíz, p.
105; más matizada, Valdivia, Camino al Golpe, p 25. Existía, además,
el Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista (MRNS), fundado en
1952. Conservando su organización y
autonomía, se había unido al partido Acción Nacional de Prat, y por un tiempo
mantuvo la misma relación con el P. Nacional. Ver en su boletín Bandera Negra (Santiago),
"Declaración Oficial", Nº 34, mayo/1966, y "El MRNS frente al
momento actual", Nº 36, febrero-marzo/1967; cf. Valdivia, Nacionalismo
e Ibañismo, y Robertson, Ideas Nacionalistas. Sin embargo, el
movimiento limitaba su actividad a las elecciones universitarias y a alguna
agitación callejera. Dos sucesivos Jefes Nacionales del MRNS, Ramón Callís y
Eugenio Cáceres, tuvieron que hacerse cargo de críticas por la aparente
inacción del movimiento: entrevista al primero en Aspas 1, agosto/1965 (Valparaíso) y al segundo en Tacna 8, dic./1971.
[7] Tizona 23, agosto/1971. Forja
replicaba a esta tesis en "En tomo al nacionalismo", Forja 18 (principios de 1972) y R. C.,
"En torno al nacionalismo", Forja
19 (2º semestre de 1972).
[8] Cf. editoriales de Forja 11, junio-julio/1970, y 12,
agosto/1970; entrevista a Cáceres, Tacna
8. Sobre el nacional-sindicalismo y en qué medida es una forma de
tradicionalismo, Robertson, Ideas Nacionalistas.
[9] Portada se declaraba
"renovadora" y no "revolucionaria" en su Nº 1, enero
1969.En su Nº 12 (1970) anunciaba su fusión con
la revista Polémica Económica y
Social, a través de la cual el pensamiento económico neoliberal se iba a
integrar a este grupo: cf. Cristi &
Ruíz, pp. 103 y ss.
[10] Entrevista al autor en
"Revista del Viernes" de La
Nación, Santiago, del 29/3/1996, pp. 7-9.
De los datos consignados en esta entrevista revisaría en especial la
afirmación de que los militantes de ONL fueron alrededor de una cincuentena, y
de que el grupo tuvo los "saludos, jerarquías, consignas, códigos
(sic)" propios del estilo fascista, que dan una impresión exagerada de la
dimensión real del grupo. Algunos de ellos habían militado en el Partido Nacional,
lo que seguramente no autoriza a considerar al grupo como
"desprendimiento" de ese partido, como dice Quiroga, p.47. El
nombre de "Ofensiva Nacionalista" se inspiraba evidentemente en el de
las "Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista", el primer movimiento
fascista español (fusionado posteriormente con la Falange), fundado por Ramiro
Ledesma Ramos, y el tono del "Manifiesto Político de Ofensiva
Nacionalista" evocaba el del "Manifiesto Político de la Conquista del Estado" (1931), del
mismo Ledesma. Sobre el nacional-sindicalismo y el falangismo españoles, cf. Stanley
Payne, Falange. Historia del fascismo
español, París, 1965, y El Fascismo,
Madrid, 1986. ONL interrumpió un discurso del Presidente Frei Montalva en la
inauguración del año académico de la Universidad Católica de Santiago (campus
San Joaquín) el 30/3/1970; cf. La Segunda,
Santiago, el 2/4/1970. Otras
declaraciones de ONL, La Segunda,
16/3/1970.
[11] La izquierda más
ortodoxa no fue unánime en la apreciación de la insubordinación militar de
1969. El Partido Socialista, que ya había aceptado la tesis de "todas las
formas de lucha", no concurrió junto con los demás partidos chilenos a expresar su apoyo al gobierno legal frente
a la supuesta intentona golpista de Viaux; por su parte, la revista Punto Final, a la que se consideraba
próxima a las posiciones del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria,
decidido por la lucha armada) se pronunció con cierta simpatía frente a los
mismos hechos ("Crujió el sistema" fue el titular de portada del
Nº90, 28 oct. 1969. En su análisis del tacnazo
la revista se lamentaba: "no hubo,
por desgracia, de parte de la izquierda en su conjunto una actitud coherente.
La reacción generalizada fue de pánico y de repetición de esquemas que... no
correspondían con exactitud a la realidad", ibid., p.5). Más adelante,
el diario gobiernista La Tarde
denunciaría que "los folletos de Viaux” se imprimían en prensas
pertenecientes a la Unión Socialista Popular, escisión del Partido Socialista y
de la Unidad Popular bajo la conducción de Raúl Ampuero (La Tarde, Santiago, 3/6/1970).
Igualmente, la revista de derecha PEC
acusaría a los militares y al MIR de estar sacudiendo juntos el árbol
democrático, a la espera de recoger los frutos (“El MIR y algunos de sus amigos
en las FF.AA.", PEC, 8/5/1970 ,
Santiago). Para el análisis de un intento
anterior de entendimiento entre el "populismo" militar -del cual
Viaux sería un último representante- y un sector de izquierda, ver Valdivia, "Nacionalismo, Ibañismo,
Fuerzas Armadas: ‘Línea Recta’ y el ocaso del populismo", en Contribuciones Científicas y Tecnológicas,
Area Ciencias Sociales y Humanidades
(Universidad de Santiago de Chile), Nº 116, Noviembre 1997, pp. 1-41.
[12] El texto, que circuló en forma mimeografiada, fue publicado en el boletín
de otro grupo que se situaba a sí mismo a la "izquierda": el
Movimiento de Izquierda Nacionalista, formado en tomo al profesor de derecho
Sergio Recabarren, antiguo militante nacista,
ministro de Ibáñez en el segundo gobierno y candidato del FRAP (coalición de
socialistas, comunistas y otras fuerzas de izquierda) en una elección
parlamentaria de 1962. Ver la publicación Colección Justicia, Progreso y Libertad,
Movimiento de Izquierda Nacionalista. La conferencia de Godoy en su Nº 11,
enero de 1970.
[13] Quien presidió el staff civil
constituido junto al líder del tacnazo
fue Gastón Acuña MacLean, que había sido pratista, militante del MRNS y
funcionario del gobierno de Ibáñez. Integraron el dicho staff, entre otros, Rubén Díaz Neira,
Crescente Donoso Letelier, Ignacio Garcés Basaure, Valentín Robles Letelier y
Juan Zurita, todos vinculados al ibañismo o al pratismo. Acompañaron a Viaux en
manifestaciones públicas Oscar Fenner, Arturo Olavarría Bravo y Arturo Zúñiga
Latorre, también colaboradores de Ibáñez. Como director de Octubre figuraba Enrique Arancibia Clavel, uno de los dirigentes de
ONL, y los militantes de este movimiento se hacían cargo de su distribución.
[14] Godoy,
“La batalla del Perú", Presencia de Octubre Nº 3, julio de 1970.
[15] Los discursos de Viaux (publicados en Tizona Nº 9, marzo de 1970, y luego en P. de Octubre) y los actos públicos de adhesión que recibió
implicaban la posibilidad de que fuera candidato presidencial o -en el extremo-
que intentara un levantamiento militar, todo lo cual era perturbador para las
tres candidaturas hasta entonces existentes, orientadas según el esquema
derecha-centro-izquierda. Después de la elección de septiembre de 1970, cuando
todavía estaba pendiente la decisión final por el Congreso Nacional, sería el
aparente vencedor, el candidato de la Unidad Popular, el afectado por cualquier
acción de Viaux. El intento de secuestro del comandante en jefe del ejército,
de posición "constitucionalista", que derivó en su asesinato,
ilegitimó cualquier maniobra para no
elegir presidente a Allende y sepultó las expectativas políticas del jefe
del tacnazo.
[16] Tacna tenía ocho páginas tamaño tabloide. La portada del Nº1 indicaba erróneamente
"primera quincena de marzo".
La intención de los editores era una publicación quincenal, pero a
partir del Nº 3 apareció mensualmente (con algunos números bimestrales). Sergio
Miranda, Tapia y Robertson hacían permanentemente de "consejo de redacción".
Según declaró Miranda, la revista se financió inicialmente con parte de los
fondos allegados para la defensa de Viaux por algunos amigos del General. Más
tarde recibió algunos aportes de chilenos establecidos en Argentina.
[17] Valdivia, Camino al Golpe, p. 49, menciona sólo
las sentencias de primera instancia del juez militar de Santiago, y no toma en
cuenta la sentencia en apelación de la Corte Marcial, del 7/12/1972 (Causa
2464-70 de la 2ª Fiscalía Militar de Santiago), que rebajó las penas (en el
caso de Tapia y Robertson) a 541 días de relegación por infracción al art. 4º,
c, de la Ley de Seguridad del Estado.
[18] En cambio, el grueso del staff
de Acuña no colaboraría en forma directa con Tacna. Enrique Arancibia se encontraba prófugo y ausente del país.
Escribieron en la revista, entre otros, Juan Diego Dávila, "camisa
vieja" del nacionalismo chileno, que estuvo gran parte del período en la
cárcel por su participación en la conspiración que costó la vida al jefe del
ejército; Guido Poli, cofundador de ONL, y Misael Galleguillos, del MRNS.
Además colaboraron en ella el artista Vittorio di Girolamo, el historiador
Oscar Espinosa Moraga y, en una ocasión, el diputado del Partido Nacional
Víctor Carmine.
[19] Editoriales de Tacna (T)1, 1ª quincena de marzo 1971; 2, 1ª quincena de abril y 5-6, sept.-octubre,
respectivamente. Cf. Quiroga, p.
47 y cuadro, ibid.
[20] Así en declaraciones a la revista Qué
Pasa: "Viveros del Nacionalismo", Qué Pasa 112, 7/6/1973, Santiago.
[21] Claudio Barrientos, Entre la acción y la ideología: el grupo Tacna, Santiago, 1993,
cit. por Quiroga, p. 48.
[22] Ver el llamado de
Miranda publicado en El Mercurio del
8/7/1973, reproducido en T 19, agosto
1973, y la entrevista al mismo en T
18, junio. Tapia, Robertson y Juan Diego
Dávila consiguieron de Viaux una carta en que delegaba poderes en Miranda, para
los efectos de la organización del movimiento.
[23] Cf. "Colombia:
Orden Nuevo", T 12. En su
editorial del Nº 20, la revista declara adherir a "Orden Nuevo" (sin
especificar de qué se trataba) y, en el mismo número, en una carta de despedida
al marchar a su exilio en Paraguay, Viaux insta a "los camaradas del Grupo
Tacna” a "seguir luchando por un
Orden Nuevo".
[24] Entrevistas: a Viaux, T I,
abril 1971; a Prat, T 3, mayo. La
tercera entrevista de Tacna (T 4, junio) fue a Carlos Montero
Schmidt, antiguo ministro de Ibáñez y dirigente agrariolaborista (como tal,
había presidido el FRAP en 1961), en el momento dirigente gremial de los
empresarios agrícolas; de hecho, tuvo una figuración menor en esos años y en su
aparición en Tacna habría que ver una
apelación al viejo ibañismo. Pablo Rodríguez, jefe del
Frente Nacionalista Patria y Libertad, se irritó por la entrevista a Montero,
tanto por la irrelevancia política del personaje como por su pasado
izquierdista (y, posiblemente, porque se le había preferido a él mismo). Otras
entrevistas: J.D.Dávila, T 5, nov.;
E. Cáceres (jefe del MRNS), T 8,
dic.1971; Di Girolamo, T 10, marzo
1972; Canales, T 16, oct.-nov. 1972;
Miranda, T 18, junio 1973.
[25] En especial, "Nacionalismo, siempre", editorial de T 7, nov.1971; Tapia, "Nacionalismo
chileno; un antiguo testimonio", ibid.; "La lucha continúa", en T 15, sept.1972, especial sobre "la
masacre del Seguro Obrero".
[26] "Nacionalismo, siempre" (nota anterior); E. Robertson,
"Hacia la única salida", T 1;"Doctrinas
del nacionalismo", T 11, abril
1972 (prefacio); "La Doctrina de Tacna",
T 11, 12 y 13.
[27] "Doctrinas del Nacionalismo" (T 11 y 12) resumía el libro del mismo título de Jacques Ploncard
d’Assac (Ed. Acervo, Barcelona, 1971). A
las reseñas sobre las varias figuras nacionalistas allí incluídas, Miranda
agregó las correspondientes a los nacional-sindicalistas españoles Onésimo
Redondo y Ramiro Ledesma, omitidos en la obra original, y al poeta Brasillach.
La "Carta a los militares de España", de Primo de Rivera, T 18, junio 1973, y "Cuando el
ejército dijo ¡basta! España, julio de 1936", T 19, agosto 1973, se prestaban a todas las analogías con la
situación chilena.
[28] V. di Girolamo, "La verdad sobre el fascismo", T 10, marzo 1972.
[29] Miranda, "El fascismo y los nacionalismos", T 7, nov. 1971. La columna titulada
"La Doctrina de Tacna"
(nota 26) intentó una serie de precisiones, pero no se continuó.
[30] Miranda, "El fascismo...", que constituye un buen resumen de
ese "estilo". S.M., "Un poeta frente a la muerte" (sobre
Brasillach), T 12, mayo 1972; Di
Girolamo, "Futurismo y nacionalismo", T 15; S.M., "Ezra Pound, fascista y poeta", T 17, abril 1973. En el primer número se recordó también al
escritor japonés Yukio Mishima, muerto por harakiri
pocos meses antes: E.R.R., "Yukio Mishima", T 1.
[31] "El neo-fascismo y
las elecciones italianas”, T 13,
junio 1972.
[32] "Fascistizante" y no fascista, si es que el fascismo es
exclusivamente un fenómeno europeo de la época entre las dos guerras
mundiales. Discusión del problema en Payne, El Fascismo; cf. su útil distinción entre "derecha conservadora”, "derecha
radical" y "fascismo". Sobre
el "estilo fascista", además, Zeev Sternhell
& alii, Naissance de l’idéologie fasciste, París, 1994, en especial
epílogo, pp. 415-451. En la exposición oral de este trabajo, V. Valdivia apuntó que el fascismo se
caracterizó por intentar una movilización social importante, lo que
evidentemente no estaba en las miras de
Tacna.
[33] Como excepción se puede
citar a Miranda, "El fascismo ...", T 7, donde menciona "el culto a la tradición española"
entre los componentes necesarios del nacionalismo hispanoamericano; ¡pero se
trata de un artículo escrito trece años antes!
La revista usa habitualmente las voces "Hispanoamérica" o
"Iberoamérica”. No se ha
establecido que la forma correcta sea "América Latina".
[34] "Patria y Libertad ", T
4, junio 1971. También: "Por Chile", en "La
espada y la balanza", T 11.
[35] Robertson,
"Por la revolución nacional y popular", T 4. No se mencionaba directamente al FNPL. La alusión podía
igualmente entenderse dirigida al Partido Nacional, que también invocaba por
entonces el nacionalismo. Cf. "Viveros del Nacionalismo", loc.
cit. También "Tacna
y la derecha", T 3. Se
felicitaba con ironía al "camarada Matte", refiriéndose a Benjamín
Matte, ex presidente de la mayor organización gremial de los empresarios
agrícolas, incorporado al FNPL, en "Los Ingenuos", T. 18. Debe recordarse que el FNPL había
nacido como "Movimiento Cívico" después de la elección presidencial
de 1970, para luchar por la elección de Alessandri en el Congreso, y sólo en
abril de 1971 se refundó como "Frente Nacionalista". Cf. Quiroga, p. 48. Algunos nacionalistas no
confiaban en Pablo Rodríguez porque –se decía- había militado en la Juventud
Radical y era, o había sido, masón.
[36] Las polémicas podían
ser muy sutiles. Patria y Libertad publicaba en su portada una gran fotografía de
Ribbentrop y Molotov estrechándose las manos, con ocasión de la firma del pacto
germano-soviético: nazis y comunistas eran lo mismo, venía a ser la
conclusión. Tacna (que aparentemente se dio por aludida) replicaba con una foto
de Churchill, Roosevelt y Stalin en la conferencia de Yalta: "En Yalta con
amor"; T 15.
[37] Tacna estaba en especial
abierta al MRNS, como lo muestran la entrevista a Eugenio Cáceres o las
colaboraciones de Misael Galleguillos
(M.E.G.). En dos ocasiones la revista dio cuenta de intentos de unificación de
distintos grupos nacionalistas ("Hacia la unidad del nacionalismo", T 8; "Unidad del
nacionalismo", T 11). Puede que, con todo, a los otros grupos no
haya parecido bien que ella reclamara "un lugar de capitanía":
"La doctrina de Tacna, T 11. Cf. Quiroga, pp.48-49.
[38] “Aquí estamos”, editorial, T
1.
[39] Cf. Valdivia, Nacionalismo e Ibañismo, pp. 13 y ss. Robertson, Ideas
Nacionalistas, pp. 228-32.
[40] Quizás una parte excesiva, para el gusto de nacionalistas más
“doctrinarios”. A la inversa, seguramente para un público sensibilizado más por
la crítica anticomunista a la Unidad Popular, las evocaciones del nacionalismo
pasado podían ser extemporáneas o demasiado académicas.
[41] Habla con cierto
respeto de algunos personeros de la Unidad
Popular, como el ministro del Interior, José Tohá (“Super-ridículo y
super-electorero”, T 2, 1ª quincena
abril 1971) o del alcalde de Santiago, que era de designación presidencial
(“Lagno, Alcalde”, en “Los Ingenuos”, T
5-6, sept.-oct.1971).
[42] E.R., "Los gremios contra el sistema", T 15; Robertson, "Oposición: a qué y para qué", T 9, Enero-feb.1972. Para Tacna, como para todos los
nacionalistas, la interpretación de la figura y obra del ministro Diego
Portales era la de Alberto Edwards y de Francisco A. Encina.
[43] "No nos tranquilizará el triunfo
de la oposición ni nos atemorizará el triunfo de la Unidad Popular(...).
Chile no puede jugarse su futuro en cada bailoteo impúdico sobre las urnas
electorales”, decía un artículo frente a la primera confrontación electoral del
gobierno de Allende ("Regidores más, regidores menos", T 1).
"Las victorias de la Oposición tienen lúgubre tañido mortuorio para
la libertad", decía el editorial de T.
13, junio 1972. Éste y otros comentarios
contrastaban los sucesivos triunfos electorales de la oposición
demócrata-cristiana y derechista con los avances efectivos del gobierno en el
control de "los verdaderos centros de Poder". Cf. los editoriales de T 5/6, 8, 9, 12, 13, 17 y 18. Tacna
justificaba la violencia política, entendida como defensiva frente a la acción
de los partidos marxistas: "La lucha por la calle", T 8; Enrique Galland,
"Enfrentamiento y Unidad Nacional", T 16; Salvador García, "¿No a la guerra civil?”, T 18; E.R., "Violencia y
cobardía", T 20.
[44] "El Movimiento 19 de Septiembre. Reportaje al moderno 'Ruido de
Sables'", T 5-6, Sep.-Oct.1971.
Uno de los líderes de ese “movimiento”, el mayor Arturo Marshall, dado de baja
del Ejército, llegó a ser casi una leyenda para la prensa y un activo militante
nacionalista.
[45] El
editorial provocó la inmediata querella del gobierno por infracción a la ley de
Seguridad del Estado, en contra de Robertson, director en ese momento, y de Miranda, autor del texto. A la larga la Corte Suprema absolvió a los
procesados, considerando la tesis del "Estado militar" amparada por
la garantía constitucional según la cual no podría ser constitutivo de delito o
abuso sustentar o difundir "cualquiera idea política".
[46] "Los militares se han ido", T
17, abril 1973. La revista, a diferencia de otras publicaciones de extrema
derecha, evitaba criticar al Comandante en Jefe del Ejército. Cuando, en ausencia del Presidente Allende,
el general Prats asumió la Vicepresidencia de la República, intentó entrevistarlo,
sin obtener respuesta.
[47] "Los Blindados”, T 19,
agosto 1973.
[48] Prat había formulado esa apreciación en un programa de televisión en
1968, y la reiteraba en T 3.
[49] Como
reconoce Quiroga: "la
construcción del Estado militar (primero) y el Estado nacionalista
(luego)"; p. 55.
[50] P.ej., Tapia, "La Fuerza Armada y los grandes momentos de la
historia de Chile", T 17.
[51] Izquierdo Araya había desarrollado muy completamente un modelo de
organización corporativa de la sociedad ("Estado Funcional"); el nacismo, por su parte, miraba con
desconfianza la idea de representación libre de las actividades económicas, al
modo como lo planteaban en la época sectores católicos y el Partido Agrario. El
MRNS desarrolló particularmente las tesis del tradicionalismo católico: cf. Robertson, Ideas Nacionalistas, y Cristi & Ruiz, op.cit. Sobre el tema de las "comunidades básicas" en Tacna: E.R.R, "La Universidad,
tarea para el nacionalismo", T
12; "Oposición, conservantismo y revolución", T 14, julio-ago.1972; M.E.G., "¡A la conquista de la
Universidad!", y E.R., "Los gremios contra el
sistema", T 15; "El
verdadero poder", T 16; Enrique
Galland, "Algo sobre gremialismo",
T 20, sept. 1973. Incluso Miranda, autor de la tesis del Estado Militar, la
matizaba en su entrevista de junio de 1973: "los gremios y las Fuerzas Armadas", T 18. Por cierto, tiene razón Valdivia cuando sostiene que la
"doctrina de las comunidades básicas”
no estaba tan desarrollada en Tacna
como en el MRNS; Camino al Golpe, p. 58. En el MRNS consideraban unilateral la tesis
del Estado Militar, porque privilegiaba a una sola de las comunidades básicas
de la Nación, la "comunidad armada";
cf. Carmona, "Las FF.AA. en los períodos de desequilibrio", Forja 19.
[52] "Los gremios contra el sistema", "Oposición,
conservantismo y revolución", "Algo sobre gremialismo" (nota anterior).
En parte, las tesis "gremialistas" de Tacna polemizaban con el Movimiento Gremial de la Universidad
Católica de Santiago, núcleo ideológico de la oposición a Allende. Para la oposición entre "thèse royaliste" y "thèse nobiliaire", cf. Cristi & Ruíz, op.cit.
[53] "Tacna y la
derecha", T 3. En el mismo
sentido, Enrique Galland, "El nacionalismo y la derecha", T 13. "Somos los primeros en
celebrar la destrucción del poder de la derecha económica", se respondía a
una lectora: "Cartas a Tacna",
T 14.
[54] Robertson, "Hacia la única salida", T 1.
[55] Galland, "El nacionalismo y la derecha”, T 13.
[56] Robertson,
"Por la revolución nacional y popular", T 4. Junto al nasserismo se mencionaba el fascismo italiano, pero
tómese nota de las interpretaciones sobre un cierto carácter "de
izquierda" del fascismo: cf. Sternhell
& al., Naissance de I’idéologie
fasciste, y Renzo De Felice, Entrevista sobre el fascismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1979. Cf. Di Girolamo,
"La verdad sobre el fascismo",
T 10. El artículo "Por la
revolución..." era acremente criticado por un lector porque invocaba
esas experiencias populistas, izquierdizantes y demagógicas, reñidas con el "ideario nacional":
Jaime Etchepare, "Cartas a Tacna", T 5/6. Una interpretación prudente de
la caída del gobierno boliviano de Torres (que, después de todo, podía
haber sido un aliado de Allende) en
Robertson, "La lección de Bolivia", T 5/6. Se insiste sobre los
modelos militares de izquierda en Latinoamérica en "Viveros del nacionalismo", loc. cit.
[57] P. ej.: Tapia, "Nuevamente Argentina... y los límites", y
Roberto Salazar, "¿Cerco internacional?", T 11; Oscar Espinosa M., "El nuevo tratado con
Argentina", T 12, mayo 1972.
[58] "La Doctrina de Tacna:
Nacionalismo continental", T 12.
[59] E.R., "El peronismo: revolución vigente", y también entrevista
a Miranda: T 18. Cf. "Argentina:
la verdad", en "Ventana al Mundo", T 19, donde se destacaba que Allende había sido enemigo de Perón.
[60] "Reportaje a la
Revolución Peruana", por V. di Girolamo, T 20. Ya antes se había hecho la recensión de una edición oficial
de los discursos del presidente peruano, el general Velasco Alvarado: Mario
Alfonso Tapia, "Velasco: la voz de la Revolución”, T 13.
[61] Contra lo que parece sostener Valdivia,
Camino al Golpe, p. 54.
[62] Cf. Robertson, Ideas Nacionalistas; sobre la actuación
de Prat en el segundo gobierno de Ibáñez, también Valdivia, Nacionalismo
e Ibañismo, pp.39-57. Recuérdese igualmente los planteamientos de Godoy
(notas 12 y 14).
[63] E.R., "A propósito de una elección", T 17, abril 1973, Las cursivas son del texto original.
[64] Nada justifica que se
diga que la revista apelaba a una "cruzada de exterminio", como
afirma Quiroga, p. 59.
[65] Aparentemente,
disgustaba a algunos jefes militares el nombre de la revista (es decir, la
asociación con el tacnazo y con
Viaux) y el soldado de su portada, que se prestaba a que se la tomara por
expresión, en algún sentido, del Ejército.
[66] Pero no porque se "autodisolviera” y pasara a nutrir los
"aparatos de seguridad", como pretende Quiroga, p. 50.
[67] Director de Orden Nuevo era
Guido Poli, que ya había colaborado con Tacna. El grupo se reforzó con algunos recién
llegados, como Enrique Arancibia, por entonces
vuelto de Argentina.
[68] Poli emprendió la publicación de Avanzada,
mucho más identificada con el gobierno militar y sin las veleidades críticas
que hasta cierto punto había tenido Orden
Nuevo. Para las dificultades que los
nacionalistas que se definieron como "revolucionarios” tuvieron con los
servicios de seguridad del régimen militar, ver Manuel Salazar, Contreras.
Historia de un intocable, Grijalbo, Santiago, 1995, pp. 73-75.
[69] Obvio para el Partido Nacionalista que existió entre 1914 y 1921. Pero
también el nacismo hizo blanco
principal de sus ataques a la "oligarquía", recibió un golpe terrible
de un gobierno de derecha y dio sus votos al Frente Popular en 1938. Tampoco el
nacionalismo de Izquierdo Araya era principalmente anticomunista; y si Estanquero de Prat lo fue al comienzo,
pronto desarrolló otros intereses. Cf. Robertson,
Ideas Nacionalistas, y Valdivia, Nacionalismo e Ibañismo.
[70] Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, III, 82-83.
[71] "Ni izquierda ni
derecha" ha sido un lema más o menos habitual en diferentes movimientos
fascistas y nacionalistas. Lo sostuvo
también ONL en 1970. Da título a una de
las obras del profesor de la Universidad
Hebrea de Jerusalén, Z. Sternhell,
Ni droite, ni gauche. L’idéologie
fasciste en France, París, 1983 y 1987.
[72] En cierto modo el
nacionalismo de izquierda estuvo representado en la UP por uno de sus socios
menores, la Acción Popular Independiente (API), último avatar del
agrariolaborismo ibañista. En el primer
gabinete de Salvador Allende figuró Oscar Jiménez Pinochet, viejo nacista, uno
de los organizadores del conato revolucionario que desembocó en la
"matanza del Seguro Obrero" de 1938.
Es claro que la presencia de la API en el gobierno de Allende no fue
relevante. Valdivia considera que ya a fines del gobierno de Ibáñez la
izquierda socialista y comunista había desechado la posibilidad
"populista” (es decir, en algún sentido nacionalista de izquierda, en
oposición a la vía marxista, clasista y revolucionaria); "Nacionalismo,
Ibañismo, Fuerzas Armadas...", pp. 25-29 y 39-40.
[73] Contra Quiroga, op. cit. Sería extraño que
acciones de ese carácter no hubieran dejado huella documental, específicamente
judicial. Otra cosa puede parecer a
partir de la jactancia propia y de la invectiva del adversario, recursos de la
polémica política que no siempre el historiador puede tomar a la letra.
[74] Lugones, "El Discurso de Ayacucho", cit. por Enrique Zuleta A., El nacionalismo argentino, Ed. La Bastilla, Buenos Aires, 1975.
[75] Edwards, La Fronda aristocrática en Chile,
Santiago, 12ª ed., 1991, p. 278. Donoso, Discurso de 1849, en Obras Escogidas de D. Juan Donoso Cortés,
Ed. Difusión, Buenos Aires, 1944, p. 116.
[76] Detallado análisis en Gonzalo VIAL, Historia de Chile 1891-1973. Vol. IV: “Arturo Alessandri y los
golpes militares (1920-1925)”, Santiago, Santillana, 1986; vol. V: “La dictadura
de Ibáñez (1925-1931)”, Santiago, Ed. Fundación, 1996.
[77] Cf. p. ej. Oscar Cuéllar,
"Notas sobre la participación política de los militares en América
Latina", Aportes 19, enero/1971,
Instituto Latinoamericano de Relaciones Internacionales (París); John Johnson, Militares y Sociedad en América Latina, Buenos Aires, 1967; Klaus Lindenberg,
La función política de las FF.AA. en
América Latina, Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales,
Santiago, 1971; James Petras y
Nelson Rimensnyder, "Los militares
y la modernización del Perú", Estudios
Internacionales Nº 13, abril-jun.1970 (Santiago); Alberto Sepúlveda, "El militarismo
desarrollista en América Latina", Estudios
Internacionales 15, oct.-dic. 1970; Carlos Prats,
"La Doctrina Schneider", El Mercurio
5 nov. 1972 (Santiago). Evidentemente los enfoques cambiaron a partir de
los años 70, al tenor de las nuevas modalidades políticas y en especial de la
evolución del gobierno militar chileno.
[78] Pablo Rodríguez podría decir:
"Todos están girando cheques a cuenta del nacionalismo, menos nosotros...,
los nacionalistas”; cit. por DI GIROLAMO, "Nacionalismo y Ecología”, Orden Nuevo 8, abril 1975.